Las redes sociales están saturadas. Los mensajes de conocidos o desconocidos se multiplican. Un día sí y otro también aparecen a cualquier hora del día. Difícilmente habrá alguien que no haya sido testigo de alguno de estos textos. Facebook, Twitter, Instagram son los mensajeros para informar, recordar u homenajear a las personas que han dejado de existir.
La muerte está cada día más cerca del entorno de cualquiera. Al principio de la pandemia, hace ya casi un año para nuestro País, los estragos de la Covid-19 parecían lejanos. La sociedad observaba y comentaba también en las redes sociales, que el primer caso fue de mexicanos que viajaron a Europa, uno de Sinaloa, otro de la Ciudad de México. Se viralizaba la información respecto a que ya falleció el primero de ellos, ya son dos, cinco, diez.
Conforme transcurrieron los meses, la estadística, esa horrible representación en la que se convierten los hombres y mujeres fallecidos, se incrementó día a día. Son tantos los muertos que a veces por evasión o desinterés se pierde la cuenta. Y además, porque ahora se está más cerca del dolor de quienes han perdido a un ser querido, a un amigo, a un cercano.
La desolación es mayor porque nadie, ni siquiera los más allegados al difunto, pueden rendirle una despedida digna, no pueden abrazarse y consolarse. El adiós en miles de casos ha sido virtual. El homenaje se hace a través de las redes sociales. Allí se expresa lo que se hubiera querido decir en la intimidad de un funeral. Los pésames se dan a través de los mensajes grupales o personales.
Un nuevo año inició apenas hace 11 días, pero la terrible realidad es más amenazante que en el año que se fue. La ola de contagios crece por miles día con día. Ningún estado está a salvo. La economía, particularmente la familiar, ha sido golpeada sin misericordia. Los pequeños comerciantes están desesperados porque tienen que mantener cerrados sus negocios y no hay incentivo gubernamental que les permita mantener las cortinas abajo. Los hospitales están saturados, al borde del colapso. Las autoridades sanitarias cada cierto tiempo anuncian que se amplió la capacidad hospitalaria para dar cabida a más enfermos, espacios que se ven cubiertos en poco tiempo.
La estrategia gubernamental para hacer frente a la pandemia no se modificará, eso está claro. Seguirá la misma línea trazada desde el principio, guste o no. El futuro cercano no pinta nada bien si se mantiene el semáforo rojo. El panorama desgraciadamente, pese al optimismo que se quisiera tener, pareciera desolador. Por ello, hoy más que nunca, no mañana ni pasado, es necesaria la solidaridad de todos, de absolutamente todos. De combatir la ola de contagios con las únicas armas disponibles mientras no se tenga inoculada la vacuna: el cubrebocas, el quedarse en casa la mayor parte del tiempo, el evitar reuniones innecesarias, el hacer uso de las redes sociales, esas que se visitan una o varias veces al día, para invitar a los demás a que también pongan de su parte.
Las redes sociales deben volver a ser un espacio de esparcimiento y de reflexión y no un obituario comunitario.
POR SI ANDABA CON EL PENDIENTE
Del martes pasado al sábado se sumaron más de mil decesos por día en México. Una cifra escalofriante. Y Ayer Ángela Merkel, la canciller alemana lanzo su pronóstico: Las próximas semanas serán “la fase más dura de la pandemia”.
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