La democracia liberal se fundó en una serie de principios que por décadas se dieron por sentados, pero que elección tras elección se ponen en serias dudas, frente al impulso de las emociones más primitivas que tiene el ser humano para tomar decisiones políticas.
El triunfo de Javier Milei en Argentina ha puesto de manifiesto el crecimiento que tienen los ciclos de “cacería de brujas” y combate a la corrupción, como argumentos centrales de las campañas políticas.
Recientemente el profesor Gerardo L Munck presentó en Twitter un cuadro muy ilustrativo sobre los resultados electorales en América Latina y en el que destaca que entre el 2015 y hasta la actualidad, el 80% de los triunfos se los ha llevado la oposición, lo que constituye casi el doble de lo observado entre el 2003 y el 2014. En el fondo de las campañas están las acusaciones por actos de corrupción de las elites políticas y la crisis de los partidos tradicionales.
Las campañas en aquel país se hicieron bajo el dilema de cambio (Ira-Javier Milei) y continuidad (Miedo-Sergio Massa), tal y como lo hizo morena con AMLO en nuestro caso hace unos años y como lo han hecho otros dirigentes que han ganado las elecciones con el impulso a ese malestar ciudadano tan arraigado entre los jóvenes principalmente, quienes no creen en el sistema de partidos ni en la política tradicional, por lo que están optando por candidatos disruptivos y hasta cierto punto, apolíticos.
Ahora bien, ese fenómeno estará presente en nuestro país el 2024. Yo creo que rotundamente no, me explico:
No porque en México, la oposición la sigue representando mayoritariamente morena, partido en el poder, pero contrario al largo predominio del PRIAN y los resabios de corrupción que nos heredaron por largas décadas. El reclamo social aun no alcanza al gobierno de la 4T, a pesar de los magros resultados en el combate a la corrupción.
No porque en 5 años, la oposición institucionalizada en partidos políticos no ha logrado construir una narrativa alternativa que dispute el poder al gobierno y penosamente, adolece de liderazgos creíbles y en el colmo de los males, carece de voceros de alcance nacional como en el pasado tuvieron, la debilidad presente proviene de un largo ayuno en la formación de cuadros y la necesaria renovación generacional, baste ver a los principales aspirantes en todos los frentes para advertir este problema.
No, no tendrá una réplica el fenómeno de Milei en nuestro país, porque incluso aquel actor proveniente de las pantallas de la televisión tuvo una larga dilatación como personaje polémico primero y luego como representante popular, su desarrollo tiene más de una década construyéndose.
Se podría pensar que el caso de Xóchitl Gálvez podría emular la competencia del caso argentino, pero no, pues mientras Javier Milei se sacudió a los partidos tradicionales para impulsar su candidatura, en el caso mexicano, ese es el principal lastre de Xóchitl quien hubiera sido mejor candidata a la CDMX que a la Presidencia, pero en ese ayuno de figuras públicas nacionales, optaron por la figura más atractiva para los capitalinos que siguen pensando que fuera de su ciudad todos somos iguales.
Por la misma razón, es altamente probable que Samuel García empuje a MC al tercer lugar de preferencias electorales pues el apoyo de la abanderada del Frente se va a diluir conforme avancen las campañas y solo tendrá el apoyo del PAN que logrará, también hay que decirlo, aglutinar el voto opositor, más por necesidad de expresión de los antiobradoristas, que por las virtudes de la candidata o sus promotores.
Morena avanza y se consolida, por la extraña combinación de circunstancias fortuitas amplificadas por un fuerte liderazgo político, como el que sin duda posee Andrés Manuel López Obrador, como por la raquítica oposición que representan los partidos tradicionales en el país. Si como se advierte, la 4T ratifica en las urnas esta situación, estamos más cerca de la construcción de una nueva hegemonía política que de un emergente ciclo de alternancias. Veremos.
DB