Hace un par de semanas tuve la oportunidad de ir al Teatro Helénico en compañía de Lulú a ver la puesta en escena Jauría, de Jordi Casanovas y dirigida por Angélica Rogel. Ya me había aparecido en las redes sociales la publicidad y de inmediato me fui de curioso a leer los comentarios. No me apeteció en ese momento asistir, no tanto por lo que los cibernautas opinaban, que en todo caso elogiaban el montaje, sino porque se trataba de teatro documental, a partir de la transcripción del juicio realizado a “La Manada”, por los hechos de una violación grupal ocurridos durante los San Fermines, en Pamplona, España. Creo que de violencia ya estamos hasta el tope, pensé.
Sin embargo, en la víspera del cierre de temporada, un amigo mío al que le tengo aprecio la encomió en sus redes sociales y resolví que debía darme la oportunidad. Así que, sin más, le dije a Lulú que fuéramos, y ahí nos tienen desplazándonos a la avenida Revolución de la Ciudad de México. Aún estaba medio escéptico, así que como llegamos temprano, le pedí a Lulú que le echáramos un vistazo a la cafelibrería “El péndulo”, frente al teatro, en el complejo del Centro Cultural Helénico. Quería comprar para Santi y para Tato La Odisea, traducida y adaptada por Carmen Estrada, e ilustrada por Miguel Brieva, en una edición sensacional de Malpaso. Pensé que si me aburría, bien podía salirme al lobby a leerla y dejar a Lulú en esa maraña dramática.
Pero algo me dijo que aún no comprara el libro y que le diera la oportunidad a la obra teatral. Buena decisión, porque de inmediato me atrapó por su concepto. La pieza está construida con fragmentos de las declaraciones de la denunciante y los acusados. Un juicio en el que la denunciante es revictimizada y los acusados se muestran por momentos como víctimas. Un caso que remueve de nuevo el concepto de masculinidad y su relación con el sexo en nuestra sociedad.
La protagonista, interpretada por Ana Sofía Gatica, abre las puertas de su mente, a pesar de que es revictimizada por sus victimarios. Sí, ofrece más detalles de su intimidad que sus propios denunciados, lo cual es moneda corriente no sólo en España sino en México. Triste realidad, sinceramente. A pesar de ello, sacude el concepto de masculinidad, de consentimiento y de agresión sexual.
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Aunque aborda un tema demasiado sensible, creo que la trama está representada como una reflexión bien intencionada y medida. Inclusive la dramatización del momento de la agresión sexual es llevada a escena con una coreografía sensible, que provoca en el espectador (por lo menos yo) mantener una sana distancia, a pesar de la empatía que uno pueda sentir por la protagonista. El evento es chocante, sin duda. Es una bofetada a nuestra civilidad, pero fue representado artísticamente. No puedo ofrecer más detalles por si alguien quiere verla en su próxima temporada o con otros actores y actriz.
Sin duda que esta obra es un puente de reflexión entre la ciudadanía y la justicia para que nuestra conciencia se hiera hasta el tuétano y tomemos acción. Aristóteles tenía razón con respecto a la tragedia: es catártica, pero también nos debe mover a la acción. Un aplauso también a Eduardo Tanús, Antonio Peña, Daniel Bretón, Roberto Beck, Rodrigo Virago y David Calderón León por sus actuaciones, que resaltan en un espacio con mobiliario reducido y escenografía limitada.
SPM