Toda la tensión previa al partido entre México y Honduras se materializó en el estadio General Francisco Morazán.
El técnico mexicano, Javier “Vasco” Aguirre, enfrentó insultos, agresiones físicas y proyectiles lanzados por la afición local.
Durante el juego, regresó insultos y enfrentó la furia de los hinchas catrachos. Tras el encuentro, un proyectil le provocó una herida en la cabeza.
El ambiente hostil, combinado con la emoción del partido y el consumo de alcohol, escaló rápidamente, dejando en evidencia la falta de control en las gradas.