Desde su nacimiento en 1929, y su refundación en 1938 y 1946, el PNR-PRM-PRI tuvo siempre vocación colonizadora. Primero absorbió a todos los partidos locales y regionales, hasta desparecerlos (uno de ellos fue el PST mexiquense). Después colonizó a las organizaciones obreras y campesinas (especialmente a la CTM y la CNC) para hacer de ellas brazos electorales en sus respectivos campos de influencia. Con las instituciones electorales de entonces no fue necesario: estaban dominadas por gobernadores y presidentes municipales emanados del PRI.
Cuando aparecieron los primeros partidos disidentes, con algunas excepciones, casi todos fueron gradualmente colonizados. El PPS (que nació en 1947) y el PARM (fundado en 1954) fueron creados por ex miembros de la familia revolucionaria. Por esa razón no fue difícil cooptar a sus dirigentes (Vicente Lombardo Toledano y Juan Barragán, respectivamente). Esos partidos pronto se convirtieron en satélites del PRI. Fueron parte del sistema de complicidades electorales orientadas a mantenerlo en el poder. Para completar esa tarea mantuvo el control de las comisiones electorales del país, a nivel federal y estatal.
En el caso del Estado de México pasó exactamente lo mismo. Después de algunas décadas de lucha por el cambio político, poco a poco el poder corruptor del PRI fue avanzando sobre los partidos de oposición, especialmente sobre el PPS y el PARM, que se mantuvieron como sus comparsas hasta su extinción. Cuando esto ocurrió, el priismo buscó otros aliados y no fue difícil hallarlos, por la cantidad de dinero que ha dispuesto para ese fin. Los encontró en el PST-FFCRN (hasta su desaparición). Luego siguió con otros partidos, nacionales y locales: PT, PVEM, PANAL, Futuro Democrático, Vía Radical y en el hoy Movimiento Ciudadano, entre otros.
Después de eso siguió con las instituciones electorales formalmente autónomas, como el IEEM y el TEEM. Las llenó de consejeros, magistrados, directivos y servidores afines al PRI, que durante décadas sirvieron para reforzar su dominación política. Fue algo común que desde el primero se aplicaran disposiciones electorales favorables al PRI y que desde el segundo se torciera la ley para beneficiar a ese partido, especialmente para aumentar su presencia en la legislatura local y en los ayuntamientos.
Por increíble que parezca, el PRI siguió después con los partidos de más tradición opositora en la entidad: el PAN (fundado en 1939) y el PRD (heredero del registro del PCM de 1919). Poco a poco los gobernadores priistas, especialmente desde Montiel, cooptaron a parte de sus dirigentes. También fueron colonizando esos partidos con ex militantes priistas, que de forma gradual aplicaron sus prácticas electorales y de gobierno en sus nuevas responsabilidades como opositores formales, pero no reales. Usaron nuevas siglas y colores partidistas, pero mantuvieron el signo priista de corrupción institucionalizada para mantener el poder.
Por esta tendencia colonizadora, no resulta sorprendente la declaración de un ex priista (hoy militante de Morena) que apareció antier en este diario. Él calcula que aproximadamente 80 por ciento de los morenistas provienen del PRI. Aunque la cifra puede ser exagerada, lo cierto es que muchos militantes del partido guinda coinciden en que la cantidad de ex tricolores en su interior es muy alta y ha crecido a partir del 4 de junio. ¿Delfina Gómez permitirá que también colonicen su gobierno y lo corrompan?
DB