Faltan muy pocos días, para la elección más importante de la historia de nuestro adorado país: de nuestra patria tan amada. Insisto en escribir mil cosas que he investigado, al paso del tiempo y la distancia, de la mujer mexicana. Porque, además de que el poder quedará en una de las dos contrincantes, la responsabilidad, el orden, y la conducción de una, que algún día fue una de las economías más importantes del mundo, la octava, es hoy con las mujeres, con quienes se hará esta partida de rumbo nuevo.
No deja de ser preocupante, la carencia de investigaciones y de un debate serio y profundo en torno al tema género y educación, el que es de vital urgencia por las repercusiones que ésta tiene en la reproducción de prácticas excluyentes y discriminatorias para las mujeres. Al analizar la participación de hombres y mujeres en los concursos del Conacyt, se hace visible que en este plano hay una representación proporcional de hombres y mujeres; la participación según sexo refleja la realidad académica y profesional. Por esto es necesario indagar en los peldaños inferiores del sistema educativo para encontrar en qué segmento se está produciendo la diferenciación que a lo largo del tiempo se transforma en desigualdad.
La coexistencia de dos opciones de incorporación al ámbito académico de los Estudios de la Mujer y la de Estudios de Género, con sus respectivas implicancias teóricas y metodológicas, hasta el momento ha resultado enriquecedora, aun cuando no han contribuido a superar el confusionismo del concepto de género, que en muchos casos sigue siendo asimilado a lo femenino. No obstante, ambos estudios han hecho aportes específicos que han permitido difundir una problemática y ampliar los sectores sociales y los contenidos, logro que no habría sido tan fácil de conseguir si las opciones hubieran sido excluyentes.
Los Estudios de la Mujer permiten visibilizar a un amplio sector social dando a conocer la particular condición en que se desenvuelven sus vidas en diversas esferas y medios sociales. Las mujeres y su relación con el trabajo, con el desarrollo, con la educación, la salud mental y la salud del cuerpo son algunos de los aportes de estos estudios al conocimiento. A esto se suman los avances impulsados por los Estudios de Género que han comenzado a ampliar el campo de investigación, yendo más allá de las mujeres, buscando dar cuenta de las interacciones y relaciones entre hombres y mujeres en contextos socio-culturales e históricos específicos.
Tal vez uno de los mayores desafíos que enfrentan los Estudios de Género es contribuir a la realización de análisis holísticos que permitan aprehender de manera más fina los complejos procesos socioculturales y establecer cómo los sujetos los viven y los representan. Nos parece que es posible y necesario, hoy que los Estudios de la Mujer y el Género se han incorporado a las universidades, y por lo tanto no tienen la urgencia de la acción o de la definición de políticas, profundizar una discusión sobre aspectos teóricos y metodológicos que permita ir generando un modo de pensar lo latinoamericano. Ya no desde los préstamos culturales acríticos sino contemplando las variables históricas, sociales, culturales, económicas y étnicas que particularizan nuestro modo de relacionarnos e identificarnos como sujetos masculinos y femeninos situados en un territorio; en definitiva, que nos permitan conocer dónde y cómo se reproducen las desigualdades entre hombres y mujeres, para poder actuar sobre ellas en la búsqueda de una equidad que nos beneficiará a todos.
gildamh@hotmail.com