La solidaridad orgánica constituye la conciencia colectiva de las comunidades, con la cual se identifican los miembros de esa población. Genera una forma superior de organización social, en tanto los individuos, aún siendo diferentes entre sí, se cohesionan para lograr un bien común sacando a flote, su conciencia colectiva. Esta es la que regula la actuación de los pueblos y busca atrapar, por la clase dirigente, para legitimarse.
La modernización ha trastocado esta conciencia, que vuelve al individuo más preocupado de sí, que de ayudar en forma organizada a la comunidad.
Las grandes ciudades son el prototipo de esa individualidad. Basta viajar en hora pico en el metro y ver cientos de caras desconocidas o mostrar indiferencia ante situaciones que requieren los transeúntes. La palabra que mejor califica a estas acciones: deshumanización.
Los conceptos de ayuda mutua han perdido su esencia. Solo en las grandes tragedias parece surgir, como una flor en un inmenso jardín de concreto, para después ser guardado en el baúl de los recuerdos o ser sepultado por los enormes condominios familiares, en donde lo que menos importa es conocer quien vive en el último piso. La individualidad pasa a ser la esencia de la colectividad.
Al parecer, la gran frontera que dividía lo urbano de lo rural hasta hace todavía 45 años, es la modernidad, al menos, el imaginario social de lo que debe ser México, presente en gran parte de los actores protagónicos de la política, gana batallas.
Las cifras dan cuenta de los avances en muchas poblaciones, sobre todo en los servicios mínimos de asistencia social en cada uno de los rincones del país; sin embargo, es posible observar que, pese a los esfuerzos hechos, tal imaginario de modernidad sigue siendo un sueño difícil de materializar por varias razones.
Por otro lado, las diversas etapas por las que ha pasado la organización de la sociedad mexicana muestran un manejo incontrolable de ella, principalmente por la clase que se encuentra al frente del país, la utilización de diversas medidas para mantener el control político y garantizar una estabilidad política, en muchas ocasiones no ha sido la adecuada. Es común sacrificar el espíritu colectivo de las comunidades para dar paso a la individualización, con ello, se entierran leyes y reformas de la herencia prehispánica, de ayuda colectiva y recíproca tan arraigada en el pueblo mexicano, principalmente en las zonas de mayor densidad poblacional, como el centro y sur del país.
La zona norte responde a otra lógica de organización, dado su argumento histórico de cómo fue poblada, sumada a la cercanía con los Estado Unidos de Norteamérica; no obstante, allí tampoco se detiene la delincuencia. Venta de armas, de droga, de alcohol, de disque gobernadores que no entienden que no entienden… eso sí, no logran nada.
Existen historiadores, como Enrique Krause, que en su empresa, Clío, ha registrado la acción, no sólo de la sociedad, sino de la clase dirigente y de sus acciones gubernativas, quienes son, muchas veces, burdas imitaciones de otros países.
La experiencia muestra crudamente la incapacidad de los representantes legales de las mayorías en la solución de problemas concretos: servicios públicos, transporte, recolección de basura, baches en todas las ciudades, cubiertos por agua y sin poder transitar; contaminación, desempleo, hambre, leyes y reglamentos para varios delitos que no se encuentran tipificados, delincuencia muy bien organizada, hombres y mujeres asesinados, niños asesinados por sus madres, sin ningún escrúpulo, valor, ni el menor resquicio de pulcritud humana. Ni qué decir de mascotas, que solo sirven para tirarlas a un balde de aceite hirviendo, y si les va bien, dejarlas atadas a un poste, hasta que mueran de hambre, de cansancio o de golpes; o como miles de niños que no piden nacer y son abandonados en basureros. Mujeres sin derecho a abortar. Caos de verdad.
Asimismo, es usual ver cómo el estado se instaura como el gran organizador de la mayoría de las acciones, sin dar oportunidad a otros sectores y más aún a otras alternativas de posible participación.
Se ha permitido la organización de la sociedad civil en organizaciones no gubernamentales, pero su creación no incide en muchas de las decisiones finales; sin embargo, estas son determinantes, y no es de extrañarse que dentro de pocos grupos como Rotarios, Club de Leones, grupos independientes indígenas, y culturales, surja la fuerza desmedida que pondrá en jaque a algunas de las decisiones.
gildamh@hotmail.com
PAT
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