En las décadas de los ochenta y noventa, que fue cuando me tocó ser niña –no hagan cuentas, no se presionen, no es necesario. Soy una cuarentona, muy conforme con serlo– ver a las mujeres romper con los estereotipos de género se volvió un asunto cotidiano: ingenieras, arquitectas, músicas, mecánicas y un larguísimo etcétera.
Fui una niña que creció con la cabeza en la luna soñando con ser Astronauta –gracias a Rodolfo Neri Vela– o la Primera Presidenta de este país.
Sí, así como lo leen y sin falsas modestias, crecí en una familia con una madre maravillosa, cabeza de familia, de esas que sacan adelante a tres hijos con la fortaleza del Soconusco y el poder imbatible de la Selva Lacandona corriendo por sus venas; con un padre presente / ausente / presente / ausente como tantos otros en este país de tantos contrastes, situación normalizada por Marga López y Sarita García en las películas del Cine de Oro Nacional.
Mi madre, una mujer científica, de pensamiento crítico y muy práctico, me enseñó que en todo aquello en que pusiera mi interés, mi intelecto y mi atención, era posible.
Luego fui creciendo y me di cuenta de que eran otras mis pasiones y abandoné el sueño de la NASA y la presidencia, sin siquiera haber contendido, no me malentiendan: soy amante de la política, pero no de los partidos, amo los ideales, pero no el chapulineo…
Sería mentirosa, y de las peores, si no dijera que el primero de octubre de 2024, a las 11:51 horas, las lágrimas corrieron por mi rostro, tatuando en mis efemérides personales, el momento en que la Dra. Claudia Sheinbaum ha sido investida como primera presidenta de los Estados Unidos Mexicanos, un sueño de muchas que se materializa en ella.
Un logro de la lucha de las mujeres por ser nombradas, visibles y reconocidas como ciudadanas –y no de segunda–, sin espacio para la duda.
Navegar las turbias aguas de eso que en México se llama política, requiere de muchas habilidades que, desafortunadamente, poco conocen de suavidad, honestidad y ternura.
México requiere no únicamente de memoria histórica, conciencia de clase y reconocimiento de los problemas que le aquejan, sino también de un franco interés de su ciudadanía en ser participativa, en ocuparse de la parte que le toca y en sumarse a este logro, que muchas personas esperamos no sea únicamente nominal, sino real.
Exigir resultados será fundamental para que de verdad lleguemos todas, este ascenso de una mujer activista, de izquierda, no es una cuestión de “empoderamiento femenino” como en muchos espacios se ha querido decir, menoscabando todo el proceso que incide desde la base de la sociedad para que esto suceda. Este resultado es apenas el principio de la justicia social hacia una deuda histórica que ha contado con la presencia de muchas mujeres que fueron mencionadas en aquel discurso inolvidable en el H. Congreso de la Unión, muchas otras que han caminado desde trincheras diversas, y muchas otras que quizá aún no han nacido; pero que, cuando lo hagan, sabrán que en México es posible, ser mujer, ser libre, exigir crecer y desarrollarse en espacios libres de violencia y llegar al más alto cargo al que puede soñarse en el Poder Ejecutivo.
#EsTiempodeMujeres, y la única forma de que sea cierto para todas es hacer que cuente. Ya hablaremos de las reformas que, desde la recientemente creada Secretaría de las Mujeres, serán responsabilidad hacer cumplir. Por lo pronto: ¡bienvenida presidenta!
PAT
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