Miguel Pérez

Los ciudadanos

Operación Tamal, operación Carrusel, casillas zapato, carro completo, caída del sistema. Las expresiones anteriores formaron parte del vocabulario electoral de los mexicanos durante décadas. Todos y cada uno de esos vocablos surgidos del ingenio popular reflejaban la cultura política en la que estaba sumergida la participación ciudadana en las elecciones municipales, estatales o federales. El voto ciudadano pocas veces era respetado, máxime cuando se aplicaba alguna de las acciones bautizada con los términos arriba citados.

La famosa caída del sistema, bautizada así cuando el actual director de la CFE, Manuel Bartlett, encabezaba como secretario de Gobernación, la desaparecida Comisión Federal Electoral, en el nefasto fraude electoral de 1988, fue un parteaguas en la vida política nacional. A raíz de ese fraude, los ciudadanos iniciaron movilizaciones cada vez que se creía vulnerada su voluntad mayoritaria. Fueron ejemplares las marchas encabezadas por Salvador Nava, en San Luis Potosí; de Pancho Barrio, en Chihuahua; de Cristóbal Arias, en Michoacán o de Vicente Fox, en Guanajuato. Más allá de los liderazgos, lo que resaltó de esas movilizaciones fue la participación masiva de los ciudadanos en marchas, plantones, éxodos.

La CFE desapareció y surgió el Instituto Federal Electoral, a la postre Instituto Nacional Electoral y con ello una serie de cambios en materia electoral que pretendían dar certeza a los ciudadanos de que su voto sería respetado. Con el paso de los años se dejó de hablar de acarreo, de urnas embarazadas, de casillas zapato y pasamos, primero a la era de las concertacesiones y, posteriormente, a la era de la alternancia. Primero a nivel estatal y luego a nivel federal, los ciudadanos atestiguan cómo gracias a su participación en las urnas, un partido político gobernaba un periodo y para la siguiente elección podía salir del poder.

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A nivel federal esto ocurrió incluso en el 2000, cuando el PRI, tras más de 70 décadas en el poder perdió la presidencia de la república, ganada por el panista Vicente Fox, del PAN, partido que repitió en 2006, con un apretado margen de votos. La alternancia volvió a replicarse en 2012 cuando el PRI regresó a la Presidencia y se reconfirmó en 2018 con el arrollador e incuestionable triunfo de Morena y su candidato Andrés Manuel López Obrador.

De igual forma que en las movilizaciones de finales de los 80 y 90, más allá de los liderazgos que encabezaban las manifestaciones, lo que se debe destacar y no perder de vista es que la ciudadanización de los órganos electorales no solo tiene que ver con la participación masiva en las urnas sino en quiénes fungían como funcionarios de casilla.

Son millones de ciudadanos que han sido insaculados, capacitados e instruidos en cientos de elecciones municipales, estatales y federales a lo largo de las últimas décadas. Ellos aceptaron la encomienda de ser funcionarios de casilla, presidentes, secretarios y vocales electorales. Ellos no recibieron ni un peso por pasar horas bajo el sol o a la intemperie recibiendo el voto de otros ciudadanos que les depositaron su confianza.

Eso es lo que está en juego con la reforma electoral más allá de los intereses partidistas y del poder. Los fraudes electorales, la operación, tamal, carrusel y demás triquiñuelas electorales quedaron atrás cuando los órganos electorales se ciudadanizaron en la más amplia acepción de la palabra. Lo deseable es que esta ciudadanización no se elimine con la reforma electoral que está por debatirse.

REBURUJOS

Las primeras encuestas para conocer la preferencia electoral en el Estado de México empiezan a circular y, tal parece, Morena lleva una muy cómoda ventaja. Pareciera que solo la unión de PRI, PAN, PRD y MC podrían hacer que la elección sea de pronóstico reservado. Todo indica que si falta alguno no lograrán más que conservar su registro.

Comentarios: miguel.perez@estadodemexico.jornada.com.mx

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