El arranque de año ha sido muy complicado en materia de seguridad. Los primeros diez días del calendario se pintaron de rojo y la sangre no deja de correr en las rancherías, poblados, ciudades e incluso frente a las sedes de los gobiernos estatales, en una clara afrenta a los poderes fácticos y una demostración de quién pretende mandar o de plano, ya manda, en muchos de esos lugares.
La normalización de la violencia sanguinaria del crimen organizado permea en prácticamente todos los rincones del país. Si acaso no deja de sorprender que su virulencia sea cada vez más descarada al grado de que una camioneta con 10 cuerpos fuera estacionada justo el día de los Reyes Magos a las puertas de las oficinas del gobernador de Zacatecas, David Monreal, como si de un regalo se tratara para el ejecutivo estatal. Más allá del escándalo mediático registrado tras darse a conocer la noticia, nada significativo pasó en la entidad para demostrar que no son los malos los que tienen el control.
En Morelos, el ex futbolista convertido en gobernador, Cuauhtémoc Blanco, fue exhibido, primero, con una fotografía donde se le ve acompañado de tres presuntos líderes de un grupo criminal. Como ocurre en muchos casos con las figuras públicas, el mandatario morenista aseguró que dicha imagen es producto de su fama y que no puede investigar quién le pide tomarse una foto con él. Sin embargo, al día siguiente una manta fue colocada en las calles de Cuernavaca en donde una vez más, presuntos integrantes de la delicuencia, lanzan amenazas en su contra por desconocer aparentes acuerdos. “Entiende que si me respetas te respeto”, fue la amenaza.
Y el último caso emblemático fue en Veracruz, entidad gobernada también por el morenista Cuitláhuac García, donde en dos días se han acumulado cuerpos abandonados, como si de café o naranjas se tratara. Primero fueron nueve cadáveres arrojados en la carretera Cosoleacaque-La Tinaja, y al otro día cuatro cuerpos con signos de tortura fueron depositados en un camino de terracería en el municipio de Emiliano Zapata. En Veracruz los señalamientos han sido no en contra del ejecutivo estatal pero sí contra su segundo en jerarquía, el secretario de Gobierno, Erick Patrocinio Cisneros Burgos. Los delincuentes que se identificaron como los “Cuatro Letras” dejaron al funcionario estatal su advertencia en una cartulina: “en la Cuenca del Papaloapan” mandan ellos.
Zacatecas, Morelos y Veracruz fueron las entidades ensangrentadas la semana pasada, quizá la que inicia tenga otras entidades como protagonistas. El problema en el fondo es que nos acostumbremos a vivir así, como lo hemos hecho ya desde hace varios años. De ahí que retomando aquella expresión de Mario Ruiz Massieu, de 1994, tras el asesinato de su hermano José Francisco, en el País los demonios andan sueltos.
Ha sido mucho lo que se ha escrito respecto a la política federal y su estrategia de combate a los cárteles de la droga y sus diferentes brazos del crimen organizado. Los ciudadanos sabrán valorar si esa política es suficiente, pero sobre todo eficiente o no. Pasan los días, los meses y los años, y la situación no cambia. Quizá, al igual que el gobernador zacatecano, debamos recurrir a una divinidad para poder vencer esos demonios porque en el mediano plazo no se ve otra salida.
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ASME
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