Ser madre y amar tu maternidad construye un vínculo sano con tus hijas e hijos, así como comprender que amarles profunda e infinitamente no implica olvidar la responsabilidad y el compromiso que tienes contigo de cuidarte y amarte con la misma intensidad.
Por supuesto, que el rol que la cultura construyó de la “madre abnegada” y la “madre perfecta” puede llegar a ser una consigna demasiado dura para las mujeres, si, las madres por convicción propia podemos elegir ciertas renuncias e incluso, si lo quieren llamar así: “sacrificios”, cómo postergar lo que deseas en determinado momento para apoyar o acompañar a tus hijos e hijas, colocar en primer lugar las necesidades económicas de ellos y pensar más tarde en las tuyas, si no es posible cubrirlas al mismo tiempo, pero, no experimentar que sacrificar tu vida si después vas a sentirte resentida contigo o buscar (o peor aún, exigir) que tus hijos se sientan en deuda por todo lo que hiciste por ellos y por lo que no hiciste por ti.
El amor propio en la maternidad, cómo en las demás áreas, amerita un punto medio, un equilibrio, no consiste en ser una madre narcisista que lleva al límite a sus hijos, ni en ir al otro extremo y ser una madre abnegada que se lleva al límite a sí misma.
La maternidad idealmente ha de ser elegida, deseada, disfrutada y también acompañada, y no necesariamente teniendo una pareja (si eliges vivirla en soltería), pero si estás en una relación o te separas, tienes el derecho de que los derechos de tus hijos se cubran por ellos y porque también el padre debe estar y participar activamente en la crianza, es decir; que exista corresponsabilidad, así como contar con el apoyo de la familia o las personas cercanas en las que puedas confiar verdaderamente para tener ayuda y acompañamiento en la crianza, si no es así, ser madre puede ser aún más complejo, si trabajas fuera de casa, o dentro y fuera de esta, requieres y mereces ayuda, así como tener frecuentemente tiempo y espacio para ti, lamentablemente en nuestro país, ante el incumplimiento de pensiones alimenticias y/o del ausentismo paterno las mujeres madres se ven en la necesidad de tener que ser “padre y madre”, y esto es complicado, los niños y las niñas requieren de ambas figuras, y solo si, realmente no se puede contar con el padre, entonces es todavía más necesario que la familia apoye a la madre en el cuidado de sus hijos, y no solo esto, si no que las mujeres madres tengan apoyo emocional de la gente que las rodea.
No hay madres perfectas, saberlo es una liberación para las mujeres madres que no aceptan ese temible debería para considerarse o ser vista como “buena madre”, la buena madre en realidad, no es la mujer que se olvida de sí misma para desempeñar su rol materno, sino la que puede brindar y compartir herramientas de crecimiento y desarrollo personal que ella misma tiene o va adquiriendo para que sus hijos e hijas transiten adecuadamente por las diferentes etapas de su desarrollo y sean capaces de cuidarse y lograr autonomía e independencia al llegar a la adultez.
La decisión de cada mujer respecto a la maternidad si es correcta para ella, es válida: ser mamá y trabajar dentro y fuera de casa, ser mamá y quedarse en casa al cuidado de tiempo completo de sus hijos o elegir no ser mamá, cualquiera de estas decisiones son correctas para quienes eligen una u otra, porque al estar convencidas de lo que desean y experimentar satisfacción ante su decisión podrán construir una mejor relación consigo mismas y por lo tanto, con sus hijos si optan por la maternidad.
Las mujeres que deciden no tener hijos o por alguna razón no llegan a la maternidad también son mujeres completas y también son mujeres realizadas.
Las mujeres que deciden que sus hijas e hijos son lo más importante para ellas y esta elección las hace sentirse felices y plenas también están en la decisión adecuada.
Las mujeres que aman con todo su ser a sus hijas e hijos y que además trabajan fuera de casa y eligen crecer profesionalmente igualmente están eligiendo lo correcto.
No existe una sola fórmula correcta para vivir la maternidad, cada mujer es una historia distinta, con un contexto muy particular en la relación con su propia madre, con sus características propias, sus elecciones, así que saber que es posible romper creencias y construir el molde propio sobre su ser madre otorga a las mujeres una nueva mirada de la maternidad.
No significa que las madres de antes hayan estado equivocadas, cada persona es lo que su momento actual permite y fomenta, y claro, lo que sabedoras o no de la libertad de elegir, eligen.
En cualquier elección las mujeres pueden y tienen derecho a tener vida propia, voz, necesidades, anhelos, aspiraciones, la maternidad (por elección) es uno de los muchos puentes que se cruzan para experimentar satisfacción ante la propia vida.
Las madres en sus diferentes circunstancias tienen derecho a tener, si lo desean: pareja, amistades, pasatiempos, distracción dentro y fuera de casa, procurar y preservar su salud física y mental a través del autocuidado.
Por supuesto, que quienes somos madres sabemos que no es lo mismo tener hijos pequeños que adolescentes o hijos adultos jóvenes o adultos mayores.
Una vez leí un estudio (en alguna parte) donde se cuestionaba sobre cual había sido el sueño al que las mujeres habían renunciado al ser madres, y se concluía que más de la mitad de mujeres entrevistadas habían renunciado a algo que habían soñado porque las condiciones de vida (y sobre todo, las creencias limitantes respecto a la maternidad) no les habían permitido compaginar su ser madre con su ser mujer, sin embargo, aún si por estas condiciones: divorcio, ser madre soltera, falta de trabajo, exceso de responsabilidades, creencias limitantes de la familia de origen, etc. Una mujer requiere atender primero las necesidades del momento, puede ser una postergación temporal de sus sueños, más no definitiva, y aún así, saberse y determinarse con la posibilidad de disfrutar de otras alternativas en tanto pueden retomar lo que dejó en pausa.
El amor propio en las mujeres madres les puede llevar a que aún postergando un poco lo que deseaban, más adelante, cuando los hijos crezcan un poco o incluso si es cuando ya son adultos no renunciar a sus propios anhelos o si es necesario construir otros nuevos.
Ser madre es maravilloso para quienes amamos a nuestros hijos, amarnos a nosotras mismas también lo es, y la maternidad no está peleada con el amor propio, incluso, yo diría que esta si es una autoexigencia que nos debemos para vivir una maternidad feliz y una vida satisfactoria y plena.
El vínculo entre madre e hija/ hijo es indestructible, y si lo construimos desde el amor recíproco, la empatía, la responsabilidad compartida, la comprensión, la generosidad, los límites claros, la comunicación efectiva, la información, la crianza amorosa y presente de los hijos en las diferentes etapas de su vida y la responsabilidad consciente de nuestras etapas, entonces tendremos hijos e hijas generosos, responsables, capaces de reconocer sus alas, extenderlas y volar hasta donde lo deseen, y nosotras disfrutaremos verlos alcanzar lo que desean mientras también volamos alto, porque el amor propio no permitirá que nada ni nadie nos haga creer que al ser madres debemos olvidarnos de nosotras mismas.
Concluyendo: el amor propio es indispensable, ser una mujer madre que se ama a sí misma (no confundir con narcisismo) es brindar en la maternidad una herramienta irremplazable para la vida: en las relaciones, el amor, el desempeño laboral, la independencia, la libertad y poder construir la plenitud del saberse merecedor y digno o digna de respeto, autonomía y desarrollo personal, y esta herramienta tan valiosa y poderosa es el amor propio.
Así que un acto de amor materno es amarse a sí misma sin comprar más mitos sobre la maternidad, amarse para enseñar a quienes más amamos a amarse tanto que sea inevitable tomar las mejores decisiones para su vida.
Saber que nuestro amor les acompañará por siempre, por medio del saberse amar tan profunda y permanentemente como los y las amamos, en un amor tan verdadero que les dimos alas para elegir su destino, sin deudas, sin pendientes, enseñarles que amar a otro nunca es olvidarse de sí mismos.
Para ti, hija, con todo mi amor, deseando que hoy y siempre te sepas la mujer maravillosa que eres: gracias por ser mi cómplice en mi hermosa maternidad contigo, mi amada Abril.
Un abrazo para todas ustedes, mujeres madres increíbles.
Lorena Patchen
Psicología y conferencias.
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