He de platicarles, con singular alegría, que hace 33 años subí a la oficina del señor gobernador de entonces, Ignacio Pichardo, para rogarle que me quitara de la oficina de Comunicación social, en donde había estado un año. Me miró con aquellos ojos inteligentes y dignos y me preguntó por qué y qué quería hacer.
Le platiqué de una línea de investigación que traía hasta ese momento, en donde había podido hacer para el famoso CREA de entonces (el Consejo Nacional de Recursos para la Atención a la Juventud), el Centro de Estudios de la Juventud, y allí mero, el Programa de la Mujer Joven. Me dieron el programa y me ungió como directora del mismo, la única gobernadora de mi país entonces: Griselda Álvarez, de Colima, ya había mandado mi gobierno a la ONU, a Nueva York; a la WHO a Dinamarca y Francia; y a Japón, JICA, a estudiar Programas de la Mujer.
Como siempre, fue muy amable, y se apiadó de mí. Me ordenó ir a los únicos estados en donde se tenían dos secretarías de la Mujer: Guerrero y Yucatán. Allí fui.
Regresé y me hizo la Coordinadora General de Planificación Familiar, del Gobierno del Estado. A los tres meses, secretaria Técnica del Consejo Estatal de Población. Allí sí fui muy feliz.
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Un día, al adorado Consejo de Población, osaron mandarme a un buen grupo de mujeres y a un hombre, que trabajaban con Margarita Montes de Oca, mujer buena, brillante, inteligente y digna, que siempre quiso ser diputada por nuestro Estado. Le desnudaron su jefatura de la Mujer que venía del PRI, y creyeron que al mandarlos, me harían un caos. Y sí que lo hicieron. Todos me enseñaron miles de cosas que aún hay tiempo de aprender por las mujeres de nuestros 125 ayuntamientos. Revolucionaron mi trabajo y mi forma de ver la vida.
Las y los puse en donde cabían. A la entrada de este adorado Consejo, estaba lo que yo quería que fuera el Centro de Estudios de Población y los libros que en ese poquito tiempo, habíamos reunido. Era una pecera. Allí se veía de afuera para adentro, y para todas partes.
Y así las cosas, en esa mini oficina redonda, recuerdo, empezaron tres o cuatro muy jóvenes abogados, a apoyar a las mujeres en nuestro estado: golpeadas, marginadas, a quienes se querían divorciar, quienes ya no aguantaban más la vida, a quienes eran vulneradas.
Un abogado, Emanuel Garduño, y dos chiquitas, de 18 o 19 añitos. Una de ellas, es ahora la secretaria del Trabajo de mi entidad: Maribel Góngora Espinosa. Y hace menos de una semana, en un discurso al inaugurar una Ciudad para Mujeres, la nombró con mucho respeto el gobernador. Ella es una de sus siete secretarias en este gobierno que promueve a las mujeres. En el de hace 34 años, solo había una mujer en gabinete legal: yo. Eso ha crecido el apoyo para las mujeres. ¡Qué alegría!
Esto no tendría mayor importancia, si no se supiera que fue Maribel, una abogada, maestra en Administración Pública y ahora doctorante en Educación, quien empezó con un programa de ayuda a las mujeres en el Edomex. Mujer que ha trabajado en los últimos 33 años en la administración pública estatal, esencialmente en las áreas de Educación.
Joven, muy joven, y un ejemplo de lo que es saber tener congruencia en sus valores y virtudes. Ahora la veo ir y venir en muchos sitios y ser perfectamente congruente con sus acciones. Está casada con un grande de la administración pública también: Apolinar Mena. Y juntos lograron hacer a dos hijos de excelencia.
¿Por qué escribo esto de Maribel Góngora? Porque sé que, si Alfredo del Mazo Maza se entera de que todo el trabajo que está él haciendo en favor de las mujeres de nuestro estado, lo comenzó su secretaria del Trabajo, hace 33 años, se pondría muy muy feliz. Sí, ya sé que es la edad de Jesucristo. Pero al fin se está logrando.
Estas y estos jóvenes de ahora, están haciendo el futuro de este país. Y yo creo en ellos.
gildamh@brian-prado