La concentración de ayer en el Zócalo de la Ciudad de México fue una demostración de la pluralidad en la que vive México, del país de libertades de las que todos debemos enorgullecernos. Libertad de ideas que se pueden expresar mediante la marcha, la pancarta, consignas, discursos, en las redes sociales. Libertad que por ningún motivo se debe perder. La libre manifestación de las ideas es un valor intrínseco a la democracia que tanto ha costado construir.
El motivo de la concentración puede ser celebrada, cuestionada, criticada pero nunca censurada ni oprimida. La de ayer no fue ni la primera ni la última manifestación ciudadana que habrá en el país. Eso sí es de celebrar, eso sí es motivo de defensa en la que mexicanos, hombres y mujeres, de derecha, centro o izquierda, deben estar unidos más allá de que se coincida o no con el de enfrente.
La naturaleza humana es así de sencilla. Si no se está de acuerdo en lo que el otro piensa, dice o hace, de inmediato se le puede criticar, se puede intentar desacreditar y vociferar en su contra, y ahora ese malestar se maximiza en su exposición a través de las redes sociales. Pero de igual forma, quien defiende sus ideas tiene tanto o igual derecho a expresarse, manifestarse y contestar lo que el otro dice. Esa es la libertad. Ninguno puede ni tiene la libertad absoluta. De eso va la democracia y la libertad, de poder decir lo que plazca sin temor a represalias.
TE RECOMENDAMOS: Vida artificial a la chiquillada
Mal se estaría si se quisiera imponer una sola manera de pensar, una sola manera de concebir el mundo. El reto en un mundo tan plural para quien tiene una propuesta es la de convencer al resto de la bondad de su iniciativa, con razonamientos, con argumentos, por la buena, como se dice popularmente, no con base en chantajes, amenazas o mediante el aniquilamiento del otro, es decir, no por las malas.
La reforma electoral impulsada y promovida por el presidente Andrés Manuel López Obrador puede tener muchas cualidades o todas las cualidades desde la óptica de la Cuarta Transformación, sin duda. Pero también puede ser cuestionada y criticada por otro sector de la población, que es la que se manifestó ayer en el zócalo. Ambos grupos han hecho uso de todos los recursos disponibles para expresar por qué sí y por qué no apoyan el llamado plan b de la reforma electoral. Lo importante es entender que no hay ni buenos ni malos.
El tema está ahora en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Serán los ministros del máximo tribunal del país quienes deberán calificar y definir con su razonamiento y con su voto si la ley es válida o no constitucionalmente hablando. Su fallo será inapelable y todos absolutamente tendrán que acatarlo. Así es la democracia, así son las reglas del juego con las que todos estamos comprometidos.
TE SUGERIMOS: Un asunto de huevos
REBURUJOS
Una segunda exhibición del proceder académico de la ministra Yasmín Esquivel la dejó muy mal parada. Quizá a nivel escolar medio o medio superior se pueda entender y explicar que el alumno “olvidó” citar sus fuentes bibliográficas, ¿pero a nivel doctorado?