México selló la semana pasada su clasificación a su octavo Mundial consecutivo, en esta ocasión para el que se desarrollará en Qatar.
Y vaya que si la Selección Mexicana sufrió hasta la última fecha de la FIFA para lograr el ansiado boleto, que solo cayó tras vencer 2-0 en el Estadio Azteca a su similar de El Salvador.
México es siempre uno de los equipos entusiastas en las Copas del Mundo, solo ha dejado de asistir en cinco de las 22 ediciones, siendo la de Italia 90 cuando la FIFA suspendió al país por falsificar documentos de una selección juvenil. El mentado caso de los “cachirules”, pues.
A partir de entonces no ha dejado de meterse al torneo de todo el orbe, aunque tampoco ha logrado superar la fase de octavos de final, su mayor reto cada cuatro años.
Sin embargo, por la zona en la que compite México para clasificarse (Concacaf), es prácticamente una obligación obtener el boleto, pues sus mayores competidores son las selecciones de Estados Unidos, Canadá y Costa Rica, Selecciones que están lejos, muy lejos de representar una competencia verdadera como la que enfrentan selecciones de otras confederaciones como la Conmebol o la UEFA en sus respectivos torneos clasificatorios.
Pero más allá del ámbito deportivo, por un momento merece la pena revisar la decisión de la FIFA de organizar un mundial en un país como Qatar, un campeón… ¡en el no respeto a los derechos humanos!
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De entrada la decisión de la FIFA de dar a Qatar la organización del mundial fue muy polémica por las condiciones climatológicas extremas que presenta, por ello no es fortuito que la misma FIFA decidiera mover la fecha en que se juegue el próximo mundial a invierno, pues en verano, como comúnmente se hace en los meses de junio y julio, hubiera sido prácticamente imposible jugarse, pues muchos jugadores no están acostumbrados al calor extremo, y no se puede dejar de lado el riesgo que implica para los jugadores de hacer esfuerzos extenuantes en el calor del desierto.
Qatar es una península que se extiende hacia el Norte en el Golfo Pérsico, desde la costa oriental de la Península Arábiga. Incluye una serie de islotes, siendo los más importantes Halul, Shraouh y Al-Asshat. La costa se extiende a lo largo de 700 km. La longitud máxima del eje norte-sur es de 180km y de 85km en el eje este-oeste. Qatar tiene frontera terrestre con Arabia Saudí (87 km). Su capital es la ciudad de Doha.
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La población estimada de Qatar al año 2020 es de 2.77 millones de habitantes, de los que aproximadamente 2.35 millones son extranjeros, debido a un éxodo masivo de migrantes para brindar mano de obra al país que comenzó a tener grandes modificaciones a partir de los años 80.
Como se sabe, la forma de gobierno en Qatar es monárquica tradicional a la cabeza de la cual está el Emir.
La monarquía es hereditaria de padres a hijos varones entre los miembros de la familia Al Thani.
A partir de allí, ya podemos comenzar a darnos una idea de cómo está la situación de los derechos humanos en ese país, tanto para los nacidos allí, como para los extranjeros.
Y es que Qatar, es un país que aún mantiene, por ejemplo, los castigos corporales (como los azotes) y las penas por infidelidad, que de ello puede dar cuenta la mexicana Paola Schietekat, quien estaba condenada a recibir 100 latigazos y pasar una temporada en la cárcel por el delito de “convivencia fuera del matrimonio”, luego de que fuera ella quien denunciara acoso de un compañero suyo de origen latinoamericano.
Por fortuna para ella, las autoridades de aquel país simplemente dieron por terminado el procedimiento penal.
Según Amnistía internacional, pese a que ha habido reformas gubernamentales encaminadas a la democratización de Qatar y el respeto de los derechos humanos, la población trabajadora migrante continúa sufriendo abusos laborales y teniendo dificultades para cambiar de empleo libremente; las restricciones a la libertad de expresión aumentaron en el periodo previo al Mundial 2022; y las mujeres y personas LGBTI siguen sufriendo discriminación en la ley y en la práctica.
¿Sabía usted, por ejemplo, que en Qatar una persona no puede cambiarse libremente de empleo si no tiene el permiso de la entidad empleadora?
¿y que las mujeres están inmersas en un sistema de tutela masculina y viven ligadas a su tutor varón, además de necesitar de su autorización para tomar decisiones como casarse o estudiar en el extranjero?
Estamos de acuerdo en que los petrodólares son más que un aliciente para la FIFA, pero ¿por qué premiar a un país que no respeta los derechos fundamentales de las personas con una fiesta como lo es un mundial?
Con este panorama son realmente pocas las ganas que le quedan a uno de gritar: ¡Nos vamos al Mundial!, ¿no cree?
Twitter: @campudia
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