Acaba de ser el día de la navidad. Del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, hace ya dos mil veintitrés años. Día de festejo de los cristianos. ¿De cuántos? Millones repartidos por todo el mundo.
Y eso se dice sencillo. Pero cuando nuestro líder cristiano, el primero de todos, les dijo a sus apóstoles: Id y predicad por todas las naciones, creo que lo estipuló con el convencimiento pleno de que todos ellos serían como piedra de toque, anunciando su doctrina, sus evangelios.
Y así vino al mundo el hijo del dueño del universo. En un pesebre, en una noche-noche, que no tenía más que estrellas. Y dos padres que lo quisieron y fueron escogidos de entre todos los seres humanos de la tierra.
Así mostró su poderío y magnificencia. Así, con tres reyes magos, que fueron recorriendo el planeta, para ofrecerle oro, incienso y mirra, y todo lo que poseían: sabían estos grandes astrólogos que estaban buscando de entre todos los hombres de la tierra, al hijo del Rey de Reyes y Señor de Señores.
Y resulta que ayer conmemoramos su nacimiento. Y líderes de todas las naciones, de todas las iglesias cristianas y católicas, están de acuerdo en que, para ellos, lo más importante es permanecer en paz y armonía. Por lo menos eso es lo que dicen este día, y en estas circunstancias tan difíciles de vida. Cuando la guerra arrecia entre israelíes y unos muy enojados líderes de palestina.
Y he de decirles que me llamó considerablemente la atención un discurso que pronunció hace unos tres años el Papa. Son estas hermosas palabras, que les regaló. Creo que eso fue lo que quiso Dios que viviéramos desde su nacimiento.
Por supuesto que es tiempo de unión y amor. Ese es el absurdo cotidiano y parte de nuestras promesas. Además, cosa que nadie hacemos. Porque para la mayoría de todos, es un día para una cena rica y punto. O para abrir regalos y ya. Pero vivimos con la esperanza de que sea un día lleno de salud y amor entre nuestras familias.
Ese hombre que ayer nació, es el que ha venido, en gran parte del mundo, a manifestar a todos que existen reglas, que habían puesto los judíos antes, que rigen al mundo.
Nunca te rindas… Nunca te rindas con las personas que te aman. Nunca renuncies a la felicidad porque la vida es un espectáculo increíble.
Muchos te aprecian, admiran y aman. Si pensabas que ser feliz es no tener un cielo sin tormenta, un camino sin accidentes, trabajar sin cansancio, relaciones sin desengaños, estabas equivocado.
Ser feliz no es sólo disfrutar de la sonrisa, sino también reflexionar sobre la tristeza. No es sólo celebrar los éxitos, sino aprender lecciones de los fracasos. No es sólo sentirse feliz con los aplausos, sino ser feliz en el anonimato.
La vida vale la pena vivirla, a pesar de todos los desafíos, malentendidos, periodos de crisis. Ser feliz no es un destino del destino, sino un logro para quien logra viajar dentro de sí mismo. Ser feliz es dejar de sentirse víctima de los problemas y convertirse en el autor de la propia historia, atraviesas desiertos fuera de ti, pero logras encontrar un oasis en el fondo de tu alma.
Ser feliz es dar gracias por cada mañana, por el milagro de la vida. Ser feliz es no tener miedo de tus propios sentimientos. Es saber hablar de ti. Es tener coraje de escuchar un ‘no’. Es sentirse seguro al recibir una crítica, aunque sea injusta.
Es besar a los niños, mimar a los padres, vivir momentos poéticos con los amigos, incluso cuando nos lastiman. Ser feliz es dejar vivir a la criatura que vive en cada uno de nosotros, libre, feliz y sencilla. Es tener la madurez para decir: me equivoque. Es tener el valor de decir: perdón. Significa tener la sensibilidad para decir: te necesito. Significa tener la capacidad de decir te amo.
Que tu vida se convierta en un jardín de oportunidades para ser feliz. Que tu primavera sea amante de la alegría. Que seas un amante de la sabiduría en tus inviernos. Y cuando te equivoques, empieza de nuevo desde el principio. Sólo entonces te apasionará la vida. Descubrirás que ser feliz no es tener una vida perfecta. Pero el uso de las lágrimas es para regar la tolerancia.
Utiliza las pérdidas para entrenar la paciencia. Usa errores para esculpir la serenidad. Usa el dolor para pulir el placer. Usa obstáculos para abrir ventanas de inteligencia.
Nunca te rindas… Nunca te rindas con las personas que te aman. Nunca renuncies a la felicidad, porque la vida es un espectáculo increíble”.
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