El primer debate en la historia se realizó en los EU, el 26 de septiembre en 1960. Los candidatos presidenciales, Richard M. Nixon (republicano) y John F. Kennedy (demócrata), participaron en un debate televisado que, según algunas estimaciones, fue visto por 66 millones de personas (36 % de la población total que en ese tiempo tenían los EU). El encuentro fue clave para que Kennedy ganara la presidencia. Desde entonces, los debates se convirtieron en una parte esencial de las campañas electorales en los EU.
Tuvieron que pasar casi 34 años para que esta práctica se adoptara en México. El primer debate presidencial tuvo lugar el 12 de mayo de 1994. Solo participaron los candidatos que tenían mayor intención de voto: Ernesto Zedillo (PRI), Diego Fernández (PAN) y Cuauhtémoc Cárdenas (PRD). Se transmitió por televisión en horario estelar. El formato fue rígido y acartonado. No permitió un real intercambio entre los participantes. Según la mayoría de los sondeos, el vencedor fue el panista, aunque la elección fue ganada por el priista. No fue decisivo.
TE SUGERIMOS: Delfina Gómez: “subirse al carro del ganador”
El primer debate por la gubernatura mexiquense tuvo que esperar casi 51 años, después de que se realizó el primer debate presidencial en el mundo y 17 años después de que se llevó a cabo el primero en México. Ocurrió el 8 de junio de 2011 entre el panista Luis F. Bravo (PAN), Alejandro Encinas (PRD) y Eruviel Ávila (PRI). Aunque hubo un breve intercambio de acusaciones, no hubo un claro ganador. Curiosamente, lo más recordado de ese debate no fue el contenido, sino el maquillaje excesivo del priista. Tampoco fue decisivo.
Desde entonces, los debates se convirtieron en una costumbre. El IEEM está obligado a organizar al menos dos en el caso de la gubernatura, aunque a los candidatos no se les puede sancionar por ausentarse. Sin embargo, pese a los esfuerzos realizados por los partidos opositores al PRI, los debates no se han generalizado en las campañas por diputaciones locales o ayuntamientos. Se han organizado pocos, con un impacto político limitado.
En 2017 se continuó con esta práctica en las campañas por la gubernatura: los candidatos Alfredo del Mazo (PRI), Josefina Vázquez (PAN), Delfina Gómez (Morena), Juan Zepeda (PRD), Oscar González (PT) y Teresa Castell (independiente) debatieron en un formato que por el tiempo y número de participantes no produjo grandes resultados. El intercambio entre ellos fue limitado. Tampoco definió al ganador, por la escasa audiencia que tuvo.
TE SUGERIMOS: ¿El PRI puede ganar sin fraude?
En 2023 se realizaron dos debates entre Alejandra del Moral y Delfina Gómez. Del primero lo que más se recuerda es el protagonismo de la moderadora y sus constantes interrupciones a la segunda. Este hecho provocó que el formato y la conductora elegida para el segundo debate fueran cambiados antes de realizarlo. Ante una escasa audiencia y con un formato más rígido se realizó este ejercicio, que pareció más pensado para cumplir, que para marcar un parteaguas electoral.
Haciendo un balance de los debates realizados hasta ahora, se puede afirmar que no han sido ejercicios políticos trascendentales. Para convertirlos en instrumentos decisivos del voto, se requiere cambiar el formato. Hay que dar espacio a la libre discusión de ideas y proyectos de gobierno. Convertirlos en espacios para contrastar las ofertas partidarias. Se requiere hacerlos más dinámicos. Transformarlos en instrumentos decisivos para la victoria. En caso contrario, seguirán siendo eventos irrelevantes en términos electorales.