De ser una posible solución a la falta de agua en la zona metropolitana, la Presa Madín se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades de los tres niveles de gobierno, porque seguramente no atendieron las recomendaciones del Instituto Politécnico Nacional, de la Universidad Nacional Autónoma de México y de otras instancias educativas que recomiendan limpiar las descargas de aguas residuales que llegan el embalse.

La propia Comisión Nacional del Agua (Conagua) recomendó a los gobiernos municipales de Atizapán de Zaragoza y Naucalpan de Juárez controlar y tratar las descargas.

Un estudio de la UNAM detectó la presencia de metales como aluminio, fierro y contaminantes de emergentes tipo fármaco, entre los cuales se encontraron residuos de acetaminofén, metformina, diclofenaco, naproxeno, glibenclamida y penicilina. ¿De dónde llegarán que no hay control?

Todo esto forma un coctel contaminante que llega de regreso a colonias de estos dos municipios para que los habitantes consuman el agua como si fuera potable, lo que no es muy cierto.

El enorme vaso de la presa funciona como un gigantesco filtro tratador del agua que recibe. En el fondo hay, además de lodos, sedimentos formados por basura y heces fecales. En la parte intermedia se localizan plantas acuáticas como algas y lirios. Y en la parte superficial está el agua que es bombeada para el uso doméstico.

Los focos rojos empezaron a prenderse entre la población de los conjuntos urbanos cercanos cuando, en abril, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, anunció que construirían una gran planta tratadora en la ribera de la presa, con el propósito de llevarse el agua a colonias de la alcaldía Iztapalapa.

A partir de ahí la Presa Madín se convirtió en noticia. Es curioso que, a poco tiempo del anuncio de Sheinbaum, aparecieron muertos decenas o centenas de peces, presuntamente por la contaminación que afecta al embalse.

Llama la atención el hecho de que hay una especie de disputa por las aguas de la presa, ya que en la Ciudad de México quieren el supuesto excedente que muestra, pero los vecinos de Naucalpan y Atizapán alegan que su nivel está por debajo del histórico hasta por tres metros.

La Jornada Estado de México ha dado cuenta puntualmente de la contaminación que afecta a este embalse y que ha generado no sólo la muerte de peces, sino también la descomposición de los filtros que limpian el agua en la planta de tratamiento.

Lo único cierto y real de todo este lío es que a la presa Madín llegan descargas residuales de una veintena de fraccionamientos y durante muchos años líquidos lixiviados de un basurero de Naucalpan.

Es real que las autoridades nunca se han preocupado realmente por limpiarla, salvo por esporádicas campañas para erradicar el lirio. Pero si hay plantas acuáticas es porque hay suciedad.

Para recuperar la confianza en el agua de este lugar es urgente recuperar barrancas y reforestarlas con especies endémicas y reinstalar los humedales, precisamente para evitar la contaminación.

Debe limitarse el desarrollo urbano en el bosque de agua, en eso hay consenso, pero, ¿lo respetarán?

ASME


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