Los mexicanos somos irreverentes con la muerte. Así lo ejemplifican nuestras tradiciones.
IIan Stavans, profesor de Humanidades y Cultura Latina en la Universidad Amherst, conocedor de la cultura latina en Estados Unidos, escribió hace algunos años un artículo en The New York Times “El Romance de México con la Muerte”, en donde comentó que en nuestro país le damos la bienvenida a los antepasados con música, baile y conversación. Sostiene que aquí, reírse de la muerte es una actitud valiente.
En Laberinto de la Soledad Octavio Paz señala que “nuestras relaciones con la muerte son íntimas; más íntimas que cualquier otro pueblo”.
Ha sido motivo de inspiración de artistas como José Guadalupe Posada, famoso por sus litografías con escenas de muerte, reconocido mundialmente por La Catrina que originalmente se llamó La Garbancera y tras su deceso se convirtió en la imagen asociada a la celebración del Día de Muertos.
Todo esto a propósito de lo siguiente: El tema de la muerte es el eje rector de una obra que se presentó en la Feria Internacional del Libro del Estado de México. “Se trata de Los Rostros de la Calaca. Tres variaciones sobre la muerte para habitar la vida”, escrita por José Pedro Vizuet López.
Es un libro ágil, de lectura rápida, innovador con un código QR que te vincula a una video historia del libro, cuyo contenido hace honor a quienes ya no viven, a los familiares del autor, a sus antepasados, con la premisa de que si olvidamos a quienes ya no están contigo nos olvidamos de nosotros mismos.
Es una vuelta al origen. A las tradiciones y a las costumbres; a los recuerdos y a las vivencias. Se cuestiona cómo olvidar el lugar donde nació, si es el primero que se debe recordar; es un homenaje a sus bisabuelos, a los familiares que trascienden a otro plano.
Son tres variaciones sobre la muerte, tres historias, tres narrativas: Anda Ebria la Muerte; Dos Amigas Desiguales y el Engaño a la Muerte.
Es entretenido leer cómo Zapata de la Sierra es el único lugar en donde la muerte se ha puesto ebria…entre muchos otros momentos.
Durante la presentación del libro en la FILEM a la que se puede acudir hasta el próximo 3 de septiembre, una asistente del auditorio le cuestionó de bote pronto al autor:
“¿Qué pregunta le haría a la muerte?” y la respuesta fue en el mismo tono: “en qué día, qué hora y lugar para estar preparado para su llegada o bienvenida”.
El propio Vizuet refiere una anécdota de una señora vendedora de Nopales en el mercado de Texcoco en plena pandemia. Hacía su labor sin cubrebocas, quitando con un cuchillo las espinas al nopal y al serle requerida la colocación de este para no poner en riesgo su vida, ella respondió: si la vida que he tenido hasta ahora es bella, porque la muerte no ha de serlo.
El libro confirma ese romance de los mexicanos con la muerte como lo expresa y afirma IIan Stavans, aunque en palabras de Vizuet “todos hablamos de ella, pero pocos queremos que venga”.
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