Hagamos de esta una columna interactiva: vaya al navegador de su teléfono celular o de su computadora (si nos está leyendo en ella, abra una nueva ventana), google:
“Bloquean carretera por” y pique buscar, más todavía, seleccione la pestaña de noticias.
Le saldrán una gran cantidad de resultados de distintas partes del estado e incluso del país (eso era un poco obvio) pero fíjese en los horarios o fechas de los enlaces que nos está sugiriendo el buscador: hace una hora, hace cinco horas, hace dos días, hace tres días.
Pareciera que el bloqueo de carreteras (o de cualquier otro tipo de vialidades) para exigir atención a un tema social, se vuelve cada vez más común, en el Estado de México y el país.
Ya que estamos en este ejercicio de interactividad, piense un momento: ¿cuándo fue la última vez que quedó atrapado en el tráfico por culpa de un grupo de personas que decidieron cerrar el paso por una vialidad? ¿Cómo logró salir de ahí? ¿Llegó a tiempo a su destino?
En ese momento, la urgencia de llegar a nuestro destino solo nos hace pensar en lo molesto que es que estos “abusivos” (así los vemos en ese instante) afecten a tantas personas (o sea a nosotros, pero nos gusta refugiarnos en el grupo) y no piensen más que en sus necesidades (es decir, no les importa que llegaremos tarde a nuestras citas).
Pero tratemos de ponernos del otro lado de la manifestación por un segundo y pensemos: ¿saldríamos nosotros a bloquear alguna vialidad solo por qué sí? Quizás la respuesta sea no. Entonces:
¿Qué tiene que pasar por la cabeza de una persona para decidir que debe salir y cerrar una calle para generar una molestia en la búsqueda de atención a alguna necesidad?
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Claro que la respuesta puede ser que algo que esa persona piense que es muy importante… y quizás lo sea, como una madre que no encuentra a su hijo y exige a las autoridades que la ayuden a buscarlo o como los habitantes de Chimalhuacán que al quedarse sin agua piden apoyo para contar con el líquido o los de Chalco que por distintas razones encuentran anegadas sus casas en aguas residuales.
Si aún me sigue en la lectura, le pido que vayamos un paso más allá en la reflexión: ¿por qué? ¿Por qué una madre piensa que bloquear una carretera es lo único que le queda para pedir que alguna autoridad le ayude a encontrar a su hijo? ¿Por qué un grupo de vecinos de Chimalhuacán consideran que bloquear calles es la única forma que tienen para que la autoridad les dote de agua potable? Por qué los habitantes de una colonia de Chalco piensan que el cierre de una carretera es el último recurso que tienen para que la autoridad desazone sus calles y corrija el error?
Tristemente la respuesta a esa pregunta quizás sea que sí. Que sí porque esa es la única forma, el último recurso con que cuentan para hacerse escuchar. Porque las autoridades cada vez están más lejanas e inaccesibles.
Porque cuando llegan por los medios convencionales, presentándose a una oficina gubernamental (municipal, estatal o federal, la que usted prefiera) a informar sobre la problemática son maltratados, ignorados o, en el mejor de los casos, remitidos a otra oficina que lo remitirá a otra oficina, que lo remitirá a otra oficina y así hasta regresar al mismo lugar de origen.
¿Qué significa entonces que cada vez haya más bloqueos de vialidades? Si me ha seguido en este ejercicio, quizás usted y yo hayamos llegado la misma conclusión:
Significa que cada vez más las autoridades escuchan menos, atienden menos, entienden menos, conocen menos o les importa menos lo que está pasando en las comunidades y, por lo tanto, solo queda hacerse escuchar con este tipo de manifestaciones.
¿Y para qué pensar en ello? No lo sé, quizás solo para que lo tenga presente en próximas fechas en las que se avecinan las elecciones. Nada más.
Por cierto, bloqueos con intenciones políticas como el de hace unos días en San Mateo Atenco por el grupo SMA22 (así firmaban sus pancartas), esos son harina de otro costal.
j.israel.martinez@gmail.com