Terminó el periodo de precampañas del presente proceso electoral y ambas precandidatas se declararon ganadoras de esta etapa. Aunque los seguidores de ambas se desgastan en demostrar porque una venció a la otra, la verdad es que eso no importa.
En estricto sentido ninguna de las dos puede decir que ganó algo porque no había nada en juego en esta etapa. Se trataba de un momento para acercarse a sus respectivas huestes y eso es algo que ambas consiguieron sin mayor inconveniente.
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Básicamente la precampaña sirvió a ambos equipos para experimentar y probar algunas de las estrategias, discursos, narrativas y otros elementos de lo que esteremos viendo o quizás ya no, durante la siguiente etapa.
El periodo de campaña arranca el 3 de abril y termina el 4 de junio, eso nos deja con 45 días de promoción electoral (recordemos que hay días de veda en los que no puede haber promoción) por lo que el trabajo será muy intenso para los equipos.
Las pruebas realizadas en el periodo de precampañas les permitirá en este intercampañas hacer los ajustes necesarios, afinar detalles sobre lo que se pudo observar y corregir para no cometerlos durante la etapa que sí será decisiva y determinará el triunfo o la derrota.
Ambos equipos se muestran muy parejos para la contienda, en años anteriores se mencionaba que la gran ventaja del PRI era la estructura que tiene, pero en esta ocasión Morena ha logrado equipararla y montar un aparato similar; a final de cuentas, varios provienen de ahí.
También está el tema de los programas sociales, el gobierno estatal y el federal juegan su propio rol en este proceso y la lucha de tarjetazos está a la orden del día entre la del Bienestar y la Rosa, con lo que, de nueva cuenta, se equilibran las fuerzas.
En la campaña electoral pasada, Morena aún no contaba con la estructura suficiente pero esa carencia fue compensada por el apoyo que les brindaba la figura del entonces candidato presidencial, una imagen que arrastraba masas y con la que hoy no cuentan.
La precoz ambición presidencial de los aspirantes (mejor conocidos como “corcholatas”) y la falta de definición del dedo sagrado, perdón, encuesta del partido, mengua la figura de un líder que sume votos, incluso, por el contrario, pueden restar según quién la apoye.
Por el lado del priismo se echó a andar la maquinaria electoral que ha remontado en, al menos, las últimas cuatro elecciones (Del Mazo, Ávila, Peña y Montiel) en todas, el PRI mexiquense ha arrancado abajo y logrado reponerse para alcanzar y ganar de algún modo.
Su fortaleza sigue siendo una muy ágil y dinámica estructura que se coordina y avanza rápidamente, en buena medida, porque cada quien ya sabe lo que debe hacer y los dejan hacerlo sabiendo que los resultados estarán.
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Es ahí, quizás, donde puede encontrarse el punto débil de los morenistas: su estructura es similar en tamaño pero es desorganizada y extremadamente centralizada, esto los hace lentos para reaccionar o para adaptarse a las distintas comunidades.
Los priistas son pragmáticos y buscarán aprovechar cualquier oportunidad dentro y hasta en el margen de lo que permite la ley, un ejemplo es la protesta de Alejandra del Moral como candidata de los panistas este fin de semana, al siguiente del panal y al otro del PRD.
Los morenistas apuntan a jugar conservadoramente, resguardando a su precandidata y replicando lo que les ha funcionado en las elecciones de otros estados: discurso, narrativa y tácticas esperando que con eso alcance para tener los números necesarios.
En fin que las precampañas terminaron y quién haya perdido o ganado no importa. Si aprovechan correctamente lo aprendido en esta práctica y corrigen correctamente, quizás la elección se defina aquí, en la intercampaña; y no olvidemos que en abril serán tres.
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