Callados, precisos, rabiosos, incontrolables: unos. Sin misericordia, ni piedad, ni gobierno que les importe, otros. Demolidos, desechos, devorados, arrasados, y caminando hacia cualquier vacío… así han sido los miles de muertos de estos últimos años. México dividido entre policías y ladrones.

Con consecuencias fuera de todo control y ajuste. Se han ido miles al barranco. Así: sepultados en la nada. Cayendo en las redes de hombres enfermos que matan porque sí. Aprisionando a seres que no tuvieron dinero para poder quedarse en sus lugares y tuvieron que buscar nuevos horizontes, para poder comer cuando menos un día; hombres que creyeron que yendo al norte –al país en el que no solo no nos quieren, sino que nos desprecian y nos tratan como animales– podrían salir adelante. Pobres nuestros mexicanos, valientes y esforzados. Pobres más, centroamericanos. Y los del sur, más.

Y del otro lado, otros tantos que, con gran miseria del alma, nomás porque sí, han lapidado a quienes desearon hacer un poco de trabajo. ¿Qué tienen en el alma, la mente, el espíritu y la conciencia? ¿Por qué el ser humano ha perdido la cordura y ya no le importa si el prójimo vive o muere? No sabemos qué pasa, pero todos los días, existen cien anuncios en las noticias de personas asesinadas en México. Todas las noticias, dicen lo mismo, a diario.

¿Eso es lo justo, lo digno? La verdad es que a mí me importa un bledo si la deuda externa es maravillosa y si el gobernador del Banco de México está haciendo el mejor trabajo de su vida con las rayitas positivas que le puso Standard & Poor’s, cuando lo calificó… o que me importa, es el miedo con el que tránsito de ida y de vuelta a mi casa todos los días…

Me importa ver cada día a los niños y a las niñas secuestrados… que nunca aparecieron… a los chiquitos que roban y que les quitan sus riñoncitos o cualquier parte de su cuerpo y los venden a quien les pague más… a las jovencitas que desaparecen de sus casas y que son vendidas como prostitutas en países lejanísimos, porque las engañaron con que serían modelos. 

Por supuesto que me importa ver a quienes después de empezar con una cerveza o un churro de mota, acaban en las coladeras de las calles, totalmente enfermos de drogadicción y alcoholismo, sin que alguien pudiera ayudarlos. ¿Clases sociales? Las enfermedades no las tienen. La delincuencia menos.

Por supuesto que todos los grupos de AA son excepcionales. Los de los templos que creen en Dios, tratando de moderar los comportamientos, también. Pero los enfermos las rehúyen.

Dinero fácil. Venta fácil. Circunstancias que están poniendo en jaque al país que alguna vez fue el más poderoso de América Latina. Porque los hombres y mujeres de este país, vivimos en el miedo más espantoso. No sabemos si a la vuelta de la casa, están los malditos enfermos dueños de todos estos desmanes, acechando, espiando, emboscando, engañando, acosando, persiguiendo, tratando de capturar a su presa… que en este momento podríamos ser usted o yo.   Dios nos agarre confesados. Y a ellos los devoré el infierno.

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