Empezamos 2021 con muy malos augurios. Hace un año la pandemia por SARS-COV-2 era algo lejano, ni siquiera se podía considerar una amenaza, era sólo una noticia de algo exótico que estaba sucediendo en algún lugar impronunciable de China.
Al paso del tiempo las cosas cambiaron y mucho; nos enteramos del confinamiento de la provincia de Wuhan y el creciente número de contagios y de algunos fallecimientos, al tiempo que el gobierno chino imponía el toque de queda en esa provincia.
Todavía se veía como algo lejano. Hoy nuestro país luce un rostro muy diferente.
En el caso del Estado de México nos mantenemos en semáforo rojo desde el 17 de diciembre y así estaremos hasta el 17 de enero. Regresamos al rojo, donde permanecimos por espacio de varios meses del año pasado.
Muchos hemos cambiado nuestros hábitos; nos mantenemos encerrados en casa, o salimos sólo para lo más esencial. Nunca andamos fuera de casa sin cubrebocas y mantenemos la distancia, aunque otros no lo hagan. Es recurrente que usemos el gel y el lavado de manos.
Lamentablemente somos los menos. Hay miles de mexicanos a nuestro alrededor que no hacen eso, es más les vale y hay quienes piensan que se trata de un ardid del gobierno para espantar a la gente.
Para quienes vivimos en la zona rural es desesperante observar que la gente hace sus actividades normales, como si nada. Las comilonas familiares están a la orden del día con todo y música en vivo, los festejos de bodas, primeras comuniones o quince años no se han detenido y tampoco se han detenido los contagios.
El año pasado, en marzo y quizá en abril, era fácil conseguir un concentrador de oxígeno en poco menos de tres mil pesos y un tanque de oxígeno en la misma cantidad. Hoy, a menos de un año después, los concentradores se cotizan en 65 mil pesos y los tanques hasta en 20 mil y no hay.
Cientos de personas muestran su frustración y desaliento porque no logran conseguir esos artículos para sus parientes y muchos mueren sin saber que estaban contagiados, porque no alcanzan a llegar a los hospitales o simplemente porque no tienen recursos para atenderse.
Las autoridades se han mostrado incapaces de contener a los tianguistas y a los comerciantes ambulantes, todos los días se colocan sin que nadie los moleste; trabajan sin las medidas de prevención indispensables y sus clientes igual, ni cubrebocas.
Es evidente que en las zonas urbanas hay más control, pero en el campo no y ni siquiera hay que viajar mucho para darnos cuenta de esta situación; en el Valle de Toluca hay muchas comunidades rurales en donde pueden observarse estas condiciones y que seguramente impactarán en más contagios en los próximos días. Es el cuento de nunca acabar.
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