LORENA-PATCHEN

“Sanar nuestras heridas”

Casi todos y todas podemos admitir que hemos tenido heridas, que aún ahora, tenemos algunas y que reconocerlas es casi tan complejo como curarlas y sanarlas.

El dolor emocional es real, y llega a ser muy profundo, tanto que se asemeja al dolor físico, duele igual o incluso más… Las razones pueden ser: que la situación que lo provoca continúe sucediendo y la otra, con la cantidad y calidad de pensamientos que le atribuimos al evento que las generó.

Y esto no es para nada señalar a la persona que sufre y decirle que encima de todo, es su culpa por haber decidido tal o cual cosa o que no lo supera porque sigue pensando en lo ocurrido, ¡no! Es necesario ser validantes con las emociones de otras personas y con las nuestras.

Buscar el equilibrio, no caer en la negación (o esconder a pesar de lo que se siente) o el otro extremo, perderse en el sufrimiento y no pedir ayuda o ayudarse, en primer lugar, reconociendo que después de validar tus emociones, comprender la parte que puedas de lo sucedido, buscar solución o empezar a generarla, es indispensable que tus pensamientos respecto a lo que viviste no sean motivo de revivir una y otra vez la emoción que experimentaste cuando ocurrió en realidad.

No es fácil, ¡hay que reconocerlo!, por ejemplo, estás con tu pareja y después de una acalorada discusión termina diciendo que no le importa como te sientes, te rechaza y se va… Seguramente experimentarás varias emociones y alguna va a predominar, te quedas sintiéndote pésimo y ahí es donde inicia el camino a curarte o envolverte en sufrimiento.

Dicen los estudios que las emociones duran solamente 90 segundos, en estos, la tristeza, el enojo, el miedo, lo que sientes es una manifestación de tu cerebro buscando que tengas una reacción adaptativa para ponerte a salvo o sentirte mejor, sin embargo, suele pasar que nos instalamos en esa emoción por más tiempo del que es conveniente, y entonces, aparece un estado de ánimo derivado de la cantidad de veces con las que vuelves a activar esa emoción, y también están los sentimientos, en los cuales ya hay una interpretación cognitiva de la situación, y cuando esta es incorrecta o irracional el sentimiento es doloroso.

Instalarse en el sufrimiento no es falta de autocuidado, no es que “se sufra porque se quiere sufrir”, en ocasiones, precisamente lo que te lastima es el anhelo insatisfecho de ser feliz, o por lo menos, de estar en paz.

No es fácil, en el ejemplo que mencioné de la pareja, puede ser que después dejen de verse, que uno de los dos aplique la ley del hielo, o que la relación termine, cualquiera de estas plosibilidades originará ciertas emociones e incluirá interpretaciones que pintan todo el escenario y que, al no ser favorables, claro que provocan un alto grado de sufrimiento.

No es solo cambiar los pensamientos (aunque esto ayuda muchísimo), es, sobre todo, reconocer cuál es la herida y disponerse a curarla y sanarla.

Siguiendo con el ejemplo, ¿qué motivos te llevan a sufrir? ¿Qué herida hay detrás de la herida del presente?, hay historias, pero también hay interpretaciones, y necesitas observar con claridad para no confundirte más y no encontrar la salida.

Si hay permanencia del pensamiento que te mantiene en un estado de ánimo observa lo siguiente: ¿Cambia el sentimiento si piensas que tu pareja es egoísta y no le importas? ¿O cómo te sientes si piensas que su actitud contigo no tiene que ver con tu valía personal? ¿Mejora cómo te sientes cuando piensas bien de ti a pesar de ese evento? ¿Te das cuenta de que te sientes peor por ser como eres, deduciendo que por eso tu pareja actuó como lo hizó?…

Sanar nuestras heridas tiene más que ver con una elección personal que con lo que el otro haga o no, separar lo propio de lo que es de otro, no significa ponerse de blanco, no establecer límites o acostumbrarse al dolor dentro o fuera de una relación.

Curar y sanar heridas es liberarse del dolor extra que ocasiona repetirse mentalmente la misma escena una y otra vez.

¡Por supuesto que tenemos derecho a experimentar nuestras emociones, reconocerlas y expresarlas adecuadamente! Cada persona sabe qué es lo que le duele y de quien le lastima más, sin embargo, en favor del bienestar personal también se debe buscar cómo curar y sanar las heridas para no vivir permanentemente heridos.

Y en esa búsqueda de sanar, es necesario encontrar o crear lo que puede curar tus heridas, aceptar que en estas también es necesario un proceso de duelo que cierre el evento que te lastimó para no quedarte cargando indefinidamente lo que viviste.

Si revisamos las etapas del duelo veremos como estas se presentan (o es recomendable que aparezcan) para dejar el dolor en lo que fue y no fomentar un sufrimiento constante e indefinido.

En el momento en que estamos en medio de ese dolor podemos creer que este no tendrá fin y asustarnos por ello, sin embargo, aunque hoy no tengamos claro cómo o cuándo, ese dolor va a desaparecer, más aún, si ayudamos al tiempo haciendo o dejando de hacer lo que nos mantenga en sufrimiento.

Habla de lo que sientes, compártelo con las personas que no van a juzgarte ni revictimizarte diciendo que eres culpable de lo que estás viviendo, aún si elegiste una relación, una actitud o un hábito no eres culpable, tendrás algo de responsabilidad, pero esta es muy distinta a la culpabilidad: Busca la contención adecuada.

Practica la introspección, sin aislarte y sin abandonarte, aunque “no tengas ganas”, cuídate: duerme y come bien, no abandones tus responsabilidades, equilibra el tiempo entre estar acompañada y estar a solas, y cuando lo hagas analiza lo ocurrido sin castigarte, define lo que sientes, busca la relación con otros eventos, otras historias, revisa tus actitudes para aprender de estas, separa tu responsabilidad de la responsabilidad de la otra persona.

Escribe, cuando plasmas lo que sientes y después lo lees en voz alta esto reordena tus pensamientos, detecta si te estás acusando, si no estás teniendo claro hasta donde está tu participación sin justificar ningún tipo de maltrato.

Inicia terapia, o retómala para hacer un proceso profundo y realizar los cambios necesarios, para aprender de la experiencia en lugar de sufrir indefinidamente por esta o repetirla.

Llórate si lo necesitas, a veces, no solo tenemos que llorar por otra persona, por una relación o por algo externo, también nos cura llorarnos a nosotras y a nosotros mismos.

Haz cambios, está muy trillado decirlo, pero es cierto que no pasa nada distinto mientras no dejamos de hacer más de lo mismo.

Reinvéntate, un gran dolor nos rompe, y por medio de la resiliencia es posible juntar nuestros pedazos emocionales y construir una mejor versión de lo que estamos siendo hoy.

Crea tu espacio de contención de emergencia, no sientas vergüenza por contar una y otra vez lo mismo, solicita la empatía de quienes te quieren y pídeles que temporalmente estén disponibles para cuando requieras hablar, incluso utiliza la técnica de los 8 minutos (incluso 3), en los que solicitas que cuando más mal te sientas puedas contar con dos o tres contactos a quienes puedes llamarles brevemente para recibir apoyo y contención en cualquier momento.

Reconoce lo que no es y lo que no puede ser por más que lo desees o creas que lo necesitas, una gran fuente de sufrimiento es luchar a toda costa y estar dispuesta o dispuesto a pasar encima de tu propia integridad para lograrlo, soltar duele, puede ser muy doloroso, pero es más doloroso aferrarte a lo imposible.

Elige como resignificar tus heridas, no es olvidar, ignorar, disfrazar o confundir lo que sientes, lo que viviste, el gran dolor que tuviste tampoco es agradecer lo negativo, sino, encontrar una connotación positiva: ¿para qué te sirve aquí y ahora esa experiencia?, ¿en qué persona eliges transformarte a partir de ese dolor?, no mereces sufrir indefinidamente por lo que ya te dolió bastante.

Aprende a perdonarte, los errores son parte de la condición humana, y no es sano sancionarte una y otra vez por lo que ya no puedes cambiar en el pasado, es preferible enfocarte en cambiarlo en el presente y el futuro, esa es la única forma de modificar algo del pasado.

El tiempo no regresa, no vas a dar vuelta atrás al calendario, y tampoco vas a recuperar el tiempo que no aproveches hoy, así que ojalá decidas sanar tus heridas para no verlas sangrar toda la vida (aun si es en distintos escenarios y con otros personajes), reconoce que puedes cambiar, aprender, crecer, que mereces construirte una vida más plena, sin sufrimiento, con sentido, con entusiasmo y pasión.

Recuerda que solo tú eres experto en ti, tú sabes todas las escenas, las palabras o frases, las circunstancias, solo tú estuviste ahí, no te confundas, si necesitas cambiar hazlo sin convencerte de que tus heridas tienen que ver con tu valía personal, determina que tu valía personal no tiene nada que ver con tus heridas, tú no eres tus heridas, eres mucho más que la historia que has escrito hasta el día de hoy.

¡Un abrazo!

@psicólogalorenapatchen_

Psicoterapia presencial y en línea.