Diana Mancilla Álvarez

Sin titubeos

La secretaria de Salud de la Ciudad de México, Olivia López Arellano, se apresuró a desmentir su existencia, pero es un secreto a voces que ahí está. Los propios médicos lo han denunciado.

Nos referimos al temido código azul, que condena a la muerte a los pacientes por Covid-19 que tienen pocas posibilidades de recuperarse, porque su nivel de saturación de oxígeno es menor a 45 por ciento. Además, tienen alguna de las comorbilidades que agravan su situación, como podrían ser diabetes, obesidad, hipertensión o son mayores de 65 años.

Para ellos, la única esperanza médica son los tratamientos paliativos, que consisten en el control de sus dolencias y su limpieza e higiene. Tratar de mantenerlos estables.

Los cuidados intensivos y la intubación es para aquellos pacientes que entran dentro del código blanco, puesto que, por sus características físicas, de edad y de salud, son candidatos firmes a la recuperación.

Esta situación salió a la luz pública por la filtración de un médico a un medio de comunicación, pero desde hace meses es una situación que se conoce a la perfección. Pero no sólo en la Ciudad de México, también en los hospitales de Atención Covid mexiquenses se han dado casos en donde no aceptan a los pacientes porque no tienen espacio, o los ingresan, pero los mantienen en los pasillos porque no hay camas.

La pandemia ha sido no sólo agresiva con la población que se descuida, sino cruel con quienes no tienen medios para pagar tratamientos en hospitales privados o influencias en la burocracia de la salud para llegar a los hospitales.

En este último aspecto se han dado casos que reflejan la gravedad de la situación, como aquel paciente que llegó a un hospital “muy recomendado” y cuando le dijeron al director del nosocomio su respuesta fue simple: “con mucho gusto lo atendemos, nada más pídeles que me digan a quien desconecto y claro que lo hacemos”.

Ni falta hace que en la Ciudad de México o en cualquier otra entidad hagan público ese código azul. La población y sus pacientes lo viven y lo resienten. Claro que existe, claro que es real, claro que es una manera de (según ellos) optimizar recursos y darle la oportunidad a quienes tienen más posibilidades de resultar triunfantes.

Por eso el desesperado llamado de los mandatarios Alfredo Del Mazo y Claudia Sheinbaum a la población para que se quede en casa, que se resguarden, que no salgan a exponerse.

Hoy más que nunca hay que hacerles caso. Los contagios han aumentado y muertes han aumentado. Según las cifras del mandatario mexiquense, estamos 30 por ciento arriba de las cifras del punto más álgido del año pasado, a fines de junio.

En el mensaje del viernes dijo que en junio el máximo histórico de personas intubadas fue de 414; hoy, hay 532 pacientes en esa condición. En junio, había 2 mil 284 personas hospitalizadas y en estos momentos ya estamos rebasando los 3 mil. De ese tamaño es el problema.

Cuidémonos. Protejamos nuestra vida. Hay que luchar para no formar parte de esas estadísticas o, peor aún, para sufrir en carne propia el código azul.


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