En el corazón del Valle de Toluca, los matlatzincas construyeron una rica cultura prehispánica, cuyas tradiciones funerarias no solo revelan una profunda conexión con el más allá, sino también un vínculo con la tierra y el cosmos, según señala el Archivo de Materiales Prehispánicos del INAH.
Matlatzincas construyeron una rica cultura prehispánica en tradiciones funerarias
Según el documento, los matlatzincas creían en la continuidad del alma después de la muerte, lo que se reflejaba en la forma en que preparaban a los difuntos para su viaje al más allá. Los entierros se realizaban generalmente en tumbas subterráneas, acompañados de ofrendas que incluían cerámica, herramientas de obsidiana y alimentos, que se pensaba serían útiles en la otra vida.
También menciona que los cuerpos eran enterrados en posición fetal, una postura que simbolizaba el retorno al origen, el renacer de la vida desde la muerte. Esto sugiere una cosmovisión cíclica, en la que la muerte no era vista como un fin, sino como una transición hacia otra forma de existencia.
Uno de los hallazgos más significativos, documentado en el Reporte de Excavaciones en el Templo de Calixtlahuaca, es la presencia de tumbas de élite que contenían ofrendas mucho más elaboradas. Los líderes matlatzincas, o “señores de la tierra”, eran enterrados con objetos de lujo, como piedras semipreciosas y joyería de cobre. Estas tumbas, más profundas y decoradas, denotaban no solo su estatus en vida, sino también la creencia de que su rol de liderazgo continuaba en el más allá.
Además, los documentos mencionan que las prácticas funerarias de los matlatzincas incluían ceremonias en las que se quemaba copal y se ofrecían sacrificios animales, lo que sugiere una fuerte relación entre el culto a los ancestros y las fuerzas divinas que regían la naturaleza.
Códices y crónicas coloniales
Los códices y crónicas coloniales conservados por el INAH, destaca que los matlatzincas asociaban la muerte con la fertilidad de la tierra. Muchas tumbas fueron halladas cerca de campos de cultivo, lo que sugiere que los difuntos, al ser enterrados, se convertían en protectores de las cosechas.
Este ritual conectaba directamente a los muertos con el ciclo agrícola, reflejando la creencia de que la muerte nutría a la tierra, garantizando así la continuidad de la vida. Las ofrendas incluían semillas de maíz, frijoles y amaranto, lo que simbolizaba la importancia de la agricultura en su vida cotidiana y espiritual.
Aunque la llegada de los españoles transformó las costumbres funerarias en la región, algunas prácticas persisten en las comunidades indígenas del Valle de Toluca. Las celebraciones del Día de Muertos, por ejemplo, mantienen viva la tradición de ofrendar alimentos y objetos a los difuntos, una herencia directa de las antiguas ceremonias matlatzincas.
Las tradiciones funerarias de los matlatzincas revelan una compleja cosmovisión en la que la muerte era vista como una transición hacia otra forma de existencia, profundamente conectada con la tierra y los ciclos de la naturaleza.
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