Sube al cuadrilátero el “Enmascarado de Terciopelo”, trilogía de Diego Mejía Eguiluz, escritor, periodista y coleccionista de máscaras de lucha libre, por ende, apasionado de los costalazos, rudo y muy noble.
El Conde Alexander, el héroe con capa y tapa que recorre las arenas de México, es el personaje de estos libros editados por Penguin Random House en el sello Alfaguara.
¡Pelearaaaaan a dos de tres caídas sin límite de texto!
Más allá de las llaves, vuelos, topes, de la tapatía, la de a caballo o una huracarrana, El Enmascarado de Terciopelo, un gladiador tan rudo que hasta el mismo diablo se rinde ante él, tiene un punto débil, es un ser muy noble, un hombre sentimental.
“El punto de los libros es ese, mostrarles a los niños que no es malo tener sentimientos, que lo niños pueden ser sensibles y tener emociones”.
“Ya ha quedado atrás esa frase tan despectiva de que ‘los niños no lloran”.
“También es un homenaje que le hago al luchador, donde yo puedo decirle gracias al luchador, porque a mí me apasiona este deporte. Traté de darle su lugar a quien lo practica y nos lo ofrece en las arenas, pues antes, y ahora todavía un poco, ser luchador es mal visto, no los bajaban de brutos, corrientes”, respondió el también amante del beisbol.
Y así, entre candados al cuello y una palanca al brazo, el Conde Alexander nos va relatando su vida en los encordados y con su familia.
En la primera caída de esta historia ilustrada por Ed Vill, Diego Mejía plasma los inicios del Enmascarado de Terciopelo, quien descubre que su futuro está en los cuadriláteros, pero debe de luchar contra algo que lo marca, sus sentimientos y amor por la poesía, esta parte la aprovecha su enemigo para tenderle una trampa y tratar de humillarlo.
Mientras suena el silbato para dar inicio al segundo episodio, Mejía recuerda que su trilogía surgió por la casualidad, sin planearse, un viernes en una comida una amiga editora conoció su proyecto y sin más le pidió que escribiera el libro, el cual ya circula incluso entre coleccionistas de lucha libre.
La plática se interrumpe porque el rudo entra al centro del ring para el segundo volumen: El Enmascarado de Terciopelo Muerde el Polvo.
El héroe ya toma en serio su carrera deportiva y se va de gira, los fanáticos lo ovacionan y la fama va creciendo, pero al gladiador de pétalos de rosa le gana la nostalgia y extraña a su familia, mientras que su entrenador, Vladimir, un niño de quinto de primaria, es flechado por cupido.
Ahora será el gigante de músculos quien deba darle consejos a su mánager en cosas del amor.
Pero los problemas serán mayores, pues la enemiga de El Conde, Karla, otra niña genio, descubre que Vlad está enamorado y prepara un plan maléfico para acabar con sus rivales.
“Treinta y nueve años me tardé en escribir estos libros… Es que desde niño me gusta la lucha libre, cuando fui creciendo me gustó escribir y fui desarrollando la historia hasta darle vida. Digamos que me tardé muchos años en documentarme bien.
“Me gusta el deporte y traté de respetar la lucha libre y no escribir sin conocimientos. Me da coraje que en películas o series no se le dé su lugar al deporte. Como la serie de Blue Demon la cual fue muy criticada por la forma en que narraban las luchas, era algo horrible”, comentó el autor.
Y comienza la definitiva, la tercera caída: El Enmascarado de Terciopelo Máscara contra Máscara, donde se juega todo, ante su eterno enemigo, Golden Fire, quien lo acorraló y lo hizo caer en su juego para apostarle la identidad.
Sensibilidad y música, el Conde Alexander debe prepararse y concentrarse, pues el enemigo logró colarse hasta su casa y descubrió los puntos débiles de su familia para con ello arrebatarle la máscara al sensible rudo.
¿Qué pasa en este dramático final?
En una arena a reventar, la afición loca de la emoción, guiños a grandes batallas de décadas pasadas. Diego Mejía tiene preparado un vuelo suicida desde la tercera cuerda para dar el cerrojazo final a su trilogía.
En tanto el escritor continúa con su gran colección de máscaras, algunas invaluables y que recibió de manos del mismo luchador aun sangrando.
Diego sigue visitando las arenas, platicando con sus amigos luchadores, tal vez en una charla pueda surgir otra historia que se fragüe en un ring, con rudos y técnicos de por medio.
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