Paloma Cuevas

Una madre libre de toda culpa (Primera de dos partes)

Nunca me había sentido tan vulnerable como cuando decidí que ya había estado bueno del encierro postparto y que  merecía volver a sentir el aire sobre la piel… volver a mirar rostros de extraños y recordarme que seguía siendo yo, a pesar de haberme convertido en mamá recientemente; y es que eso de salir cuando acabas de tener un bebé no es algo que se antoje a la primera ni segunda semanas, por lo menos no a mí… Yo estuve durante largo tiempo embobada mirando su carita, contemplando el milagro de su nariz; inhalando y exhalando, escuchando cualquier ruidito que indicara que era necesario cambiar el pañal o cubrirlo un poquito más… Sería tal vez el terror de saber que en poco tiempo dejaríamos de estar juntos, de saber que tendría que dejarle para ir a trabajar y continuar proveyéndole de lo necesario para subsistir…

Eso de atreverse a salir a la calle intentando aparentar que no ha pasado nada, posterior a haber sido madre se vuelve en todo caso una misión del tipo imposible, 

Ahí estaba yo jugando a ser valiente y con mi recién nacido en brazos (mientras el terror en forma de escalofrío recorría mi columna vertebral), con la intención de ir a casa de la abuela, y conste que dije con la intención, porque soy una de esas mujeres que no posee un auto último modelo, ni un chófer a la puerta; así que tomé la pañalera y comencé a empacar todo lo que el bebé requeriría en caso de cualquier contingencia, comenzamos con tres cambios de ropa, un suetército, dos cobijas porque Toluca es muy frío – ya sabe usted, -cantidades industriales de pañales – mujer prevenida vale por dos, – el contenedor de leche de fórmula, por si se le antoja más lechita de la que puedo proveerle… 

Total que ni bien había terminado de empacar toda esa cantidad de ropa, cobijas, leche y pañales cuando me asaltó la duda de si podría con toooooooodo ese paquetito, todas y cada una de las veces que tuviera que salir al mundo…

¿Tendría siempre que empacar una casa completa cual caracol cada vez que quisiera salir? O peor aún, ¿debería conformarme con no volver a hacerlo hasta que el pequeñito no requiriera de una cantidad industrial de equipaje para sobrevivir? Estaba por desistir de esta aventura y entonces sonó el teléfono.

Espero sus respuestas en @PalomaCuevasR

DM