El proceso electoral del Estado de México pasa por una situación muy particular: por un lado parece un circo de múltiples pistas en el que los actores saltan a escena, les guste o no; mientras que por el otro hay una guerra de “baja intensidad” que ya es muy intensa.
En la pista guinda han reducido las actividades públicas al mínimo. La protagonista del escenario está dedicada a las actividades privadas y, ocasionalmente, a las reuniones con algunos cuantos seguidores, está presente pero cuidando evitar el desgaste.
En la pista roja el escenario es un poco más complejo. El partido tricolor ha trabajado en fortalecer la imagen pública de unidad alrededor de Alejandra del Moral; sin embargo, la sombra de Ana Lilia Herrera se mantiene presente.
Hacia afuera, los priistas afirman que van juntos y unidos con la decisión tomada pero al interior, en los entresijos de las reuniones privadas en cafés poco visibles o restaurantes de carretera, las dudas se comparten y las teorías de conspiración crecen.
En la maraña de mensajes ocultos, descifrar lo que es verdad y lo que es mentira parece una misión imposible. Un día se dice que los operadores de siempre; los que se la saben de todas, todas; se deslindaron del proyecto y al otro aparecen en eventos públicos en plan de apoyo.
En un momento se toman fotos para mostrar apoyo, en las que el imaginario lleva a buscar mensajes ocultos en caras y posturas; y en otro se habla de que algunos actores operan por su cuenta, por debajo de la mesa y para otros colores.
El PRI pelea con sus propios demonios, los que dejó crecer; los que nadie quiso nunca enfrentar y los que lo han llevado al sitio donde se encuentra hoy. Tiene mucho por recomponer, muy poco tiempo para hacerlo y casi nula autocrítica para lograrlo.
En la pista azul, después de una actividad muy intensa, todo parece haber retornado a una calma poco común. Pareciera que el escenario está en un impasse a la espera de lo que pueda ocurrir en el escenario vecino a la espera de la unión.
Mientras que en la pista amarilla, muy poco se ha podido lograr con sus movimientos. A pesar de los intentos de generar una alianza más amplia que sólo con PRI y PAN, y los periodistas no consiguen convencer a nadie. Ya no son la fuerza que eran y todos lo saben.
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En la pista naranja, el supuesto coqueteo de Eruviel Ávila con Dante Delgado para negociar que Ana Lilia sea candidata por Movimiento Ciudadano encendió algunas alertas en la pista roja pero todas en la naranja por lo que el propio Delgado salió a apagar los rumores.
El líder del partido que ha dado más de una sorpresa en las elecciones estatales desmintió descartó públicamente que Ana Lilia Herrera pueda encabezar la candidatura con la camiseta naranja pero no dijo nada de que se pueda sumar de manera ciudadana a su movimiento.
Por otro lado, en la pista guinda se mandan mensajes a otros escenarios con la intención de convencerlos de que ya no hay nada que hacer; aprovechando el caos que hay en la pista roja y tratando de convencerlos de que ya todo está perdido.
La contienda electoral no esperó a la campaña y el desgaste que se está generando puede repercutir en la participación ciudadana. En otros tiempos se hubiera dicho que eso favorecía a los tricolores pero hoy esa situación ya no es tan clara como en otros años.
La exposición, en este momento, no parece ser la mejor idea y en ese sentido Morena sigue marcando el ritmo y los tiempos, parecen entender mejor el escenario en el que juegan y han logrado, ellos sí, dar muestras de una real unidad al interior.
Con el PRI sin lograr descifrar el panorama, el PAN a la espera de que aquellos resuelvan y el PRD de pesca, la alianza que se vislumbra pero no termina de cuajar amenaza con ser infructuosa ante las propias grietas internas con las que emerge.
Lo dije antes y lo repito: El nombre del juego para el proceso de 2023 es “unidad” porque en un choque de fuerzas de igual o similar magnitud, como el que se dará, solo la que sea más sólida prevalecerá mientras que la otra, bueno, es obvio ¿no?
j.israel.martinez@gmail.com