Violencia verbal en las redes sociales

Hace ya algunos años, cuando era presidente de México Vicente Fox Quesada, recuerdo que presentó su Plan Nacional de Desarrollo en el Museo de Antropología de la Ciudad de México. Creo que era el primero de su gobierno. Pues bien, resulta que mientras el Jefe del Ejecutivo daba lectura a su discurso, un espontáneo salió de entre el público y le reclamó airadamente, valiéndose de palabras soeces y vulgaridades. En este entonces mi hermano Rafael era un adolescente y me hacía compañía frente al televisor. Parece que fue ayer, pues recuerdo exactamente sus palabras ante este hecho: “es lo malo de la democracia, cualquier imbécil puede opinar”.

Por otra parte, un querido amigo, Eliseo Lugo Plata, era defensor del pensamiento de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que tienes que decir, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Al paso de los años he aprendido una gran lección al respecto: aunque mucho se enarbole la bandera de la libertad de expresión, no hemos aprendido como sociedad a acotarla a un principio fundamental: el derecho de aceptar una premisa, argumento u opinión de un interlocutor se gana con una buena retórica estructurada.

Todos tenemos derecho a expresar lo que pensamos. Eso no es debatible en este mundo actual en donde las vitrinas de manifestación de las ideas pululan. Y todos debemos defender ese derecho. Pero también tenemos derecho a rechazar el contenido del discurso, ya sea por su construcción, por su ideología o porque simple y llanamente es falaz.

Debo reconocer que una de las redes en la que la violencia verbal es ininterrumpida es X, antes Twitter. Desde 2010 soy suscriptor de esta red, pero no fue sino hasta 2021 que comencé a visitarla, debido a cuestiones laborales. De inmediato caí en la cuenta de que estaba ante un mundo completamente tóxico por la virulencia entre los usuarios. Es increíble cómo, por un lado, las falacias abundan y se defienden los tuits (ahora post) como verdades absolutas. Peor aún: las posiciones contrarias al mensaje tuiteado o posteado son respondidas de manera acre, a veces con mayor nivel de violencia verbal.

Particularmente en este sexenio se han intensificado los ataques entre los que están a favor de la actual administración federal y los que están en contra. De hecho, se han acuñado términos despectivos con relación a la filiación partidista: fifís y chairos. No faltan las ocasiones para los ataques verbales: ya no digamos de los bots al enunciador sino de los propios protagonistas de la vida pública, que no hacen sino un cóctel de vulgaridades que los reducen a un estado de barbarie retórica.

Sin embargo, y eso me parece lo más grave del asunto en cuestión, la violencia suele venir acompañada de enunciados falaces, fake news u oraciones cuya estructura puede mover a reacciones violentas en la realidad. No es mi deseo, desde luego, que alguien intente atentar contra algún personaje de la vida pública por lo expresado en un mundo en el que el libertinaje de expresión es el pan nuestro de cada día.

TAR