Nunca, pero nunca de los nuncas en mi vida, hubiera yo pensado que un hombre, presidente del CEN del PRI, hubiera dicho tantas barbaridades, ni menos de los periodistas de este país. Habrá que matarnos de hambre, dijo, pobrecito. Bueno, ni el nombre lo distingue en lo más mínimo: Alito. Hágame usted el favor.

Yo trabajé muchos muchos años, con un ex presidente del PRI, que era un caballero, el mejor administrador público de este México nuestro, y uno de los mejores de todo el planeta. Y jamás se me hubiera ocurrido pensar, ni remotamente, oírlo hablar mal de nadie. A la mejor, en su cuarto de batallas, y delante de las personas en las que más confiaba, se le ocurría decir de alguna persona si era prudente dejarla en el sitio en donde estaba, o quitarla. Pero decir tantas barbaridades, jamás. Y para que nunca se nos olvide, se llamó y seguirá llamando, Ignacio Pichardo Pagaza. Él no era un carretonero disfrazado de político.

Y allí veía venir hoy, a otra mujer, llena de brillo y de elegancia: a alguien que jamás le he oído decir una sola palabra altisonante en su vida. Ella alta, delgada, con un pelo que es castaño rojizo, largo y que no se le mueve ni un ápice. Con las uñas perfectamente bien arregladas, sus ojos rasgados e inteligentes y con muchos merecimientos como para ser gobernadora de su Estado de México al que conoce y ama tanto. Carolina Monroy está sentada frente a mí, y come y come pastel de limón y no engorda un ápice.

Me cae bien. Ya casó a sus tres hijos, y pronto ella hará lo mismo. Se lo merece. Ha trabajado en la política, los últimos treinta y dos años de su vida. Tiene diez años menos que yo y ganas de salir adelante, como si tuviera treinta años. Ha transitado por muchos de los lugares de la administración pública, hasta ser presidenta municipal de Metepec, con todo y sus políticas públicas, que dejó plasmados en un libro que yo le escribí. Testimonios hay muchos, el parque lineal ya casi deshecho, es un símbolo de la llegada a un pueblo mágico. Metepec, tuyo, mío, de todos los que venimos de alrededor para llegar a un lugar de encanto. 

Hablamos por espacio de una hora y media mucho. Sus ganas, sus aspiraciones, su amor por sacar adelante a este país, sin miedos ni nostalgias. Siempre para adelante. Carolina admira mucho a todos los exgobernadores de nuestro Estado, y con casi todos ha trabajado. Luego entonces, le creen. Le tienen confianza.

Defensora absoluta de la mujer, jamás permitiría que un hombre le tocara un pelo a su compañera de enfrente, ni a la de al lado. Eso es verdaderamente deplorable, me platica. Y de los niños, y de los ancianos, y de los jóvenes, y de los deportistas. Me pongo a reflexionar y creo que entre todas las mujeres que están, y que pueden ser candidatas a gobernadoras, todas, pero todas tienen un gran trabajo andado, una gran gana de que México siga luchando con nosotros, y que no se pierda el único Estado priísta en este país. Quién lo diría.

Por ahora, que el único bastión tricolor nos queda es el Estado de México, sería formidable que pudieran poner a alguna de las mujeres que existen en una muy seria e inteligente lista. Entre ellas, está Carolina Monroy, Ana Lilia Herrera, Martha Hilda González, Laura Barrera, y Alejandra del Moral. 

Todas se la rifan, como las mejores en este país nuestro. De ellas todas, tendrá que salir quien pueda gobernar a un Estado, con 19 millones de habitantes. Y eso sí: en alianza con PRD y PAN. Será así algo que nos distinga, porque tendremos la posibilidad de ganar. Será.

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