El día en que murió Luis “Wicho”, presuntamente de causas naturales, los vecinos de San Andrés Cuexcontitlán, en Toluca, reclamaban que el hombre, quien posiblemente padecía alguna discapacidad intelectual, fuera sepultado en el panteón de esta comunidad otomí, donde había pasado el mayor tiempo de su vida, y no en San Pablo Autopan, de donde era originario.
Los lugareños se atreven a decir que Wicho, como le decían, no solo fue la persona más conocida de Cuexcontitlán, sino también el que más ha caminado las calles de esta localidad.
Además de su evidente popularidad, este hombre tuvo una historia, que hoy, los lugareños la cuentan como si se tratará de una leyenda.
En el pueblo se platica que su abuelo materno, Juan García, fue uno de los más adinerados de la región y a falta de hijos varones, su herencia pasaría a los nietos, según los usos y costumbres de este pueblo indígena.
La gente cuenta que el abuelo de este hombre era uno de los más adinerados
Desde su infancia, Wicho quedó a cargo de los abuelos, quienes lo criaron y cuidaron en una casa enorme, ubicada detrás de la delegación de San Andrés.
Posiblemente, se hubiera quedado con la herencia familiar, le correspondía – dicen los lugareños- pero su destino era otro.
Conforme el paso de los años fue perdiendo gradualmente sus facultades mentales y al morir los abuelos, las propiedades pasaron a manos de sus primos y sobrinos.
“Algunos dicen que le causaron un mal. Brujería o algo así. Por eso es por lo que quedó con un trastorno, mal de la cabeza”, dice un comerciante de la zona.
Durante años, Wicho deambulaba en las calles de la comunidad con la misma sudadera de jerga y a veces con los pantalones rotos, lo que le daba un aspecto de indigente.
“Nadie va a superar el tiempo que pasó él en el centro de San Andrés, porque fueron horas, días, meses, años”, señala otro habitante.
Para él, era una rutina salir de su casa y ver el tiempo pasar en el centro de la delegación. Solía sentarse al lado de unos barandales o afuera de los negocios y cuando se aburría se iba hacia el único semáforo que hay en la comunidad o al módulo de policías.
Desde ese punto practicaba su pasatiempo favorito: recolectar botellas de PET y lanzarlas contra las bateas de los vehículos que transitaba por ahí.
“Para todos era una gracia que les aventara la basura”, recuerda un comerciante de la zona.
Cuando tenía hambre se paraba a lado de los negocios y no faltaba quien le diera una tortilla con sal o una coca cola, pero no era malo -insisten los pobladores- él nunca robó cosa alguna, quizás agarraba un pan o una fruta para comer, no para robar, en su mente el dinero no tenía ningún valor para él, dicen.
El fallecimiento del Wicho conmocionó al pueblo
Y son muchas las anécdotas que se cuentan sobre el hombre.
“El canijo no se bañaba y luego entraba gente a la delegación y para que se hiciera a un lado, le gritábamos: ahí te va el agua Wicho y cuando escuchaba eso, se iba al instante”, platicó un vecino.
Los lugareños que compartieron información sobre Wicho, dijeron desconocer de qué murió y cuántos años tenía; le calcularon más de 50.
Cualquier nativo de San Andrés lo conocía y consideran que él era el “hijo del pueblo”, y toda la comunidad era su gran familia.
Por eso no dudaron en reclamar, por diferentes medios, que su cuerpo debía de ser sepultado en el panteón de la localidad.
“Ahora sí se lo llevan a San Pablo, nunca se preocuparon por él, si comía o no comía. Dicen que tenía hermanos, pero nosotros nunca vimos que vinieran a decirle: ten te traemos de comer o te invitamos un refresco”, criticaron los lugareños.
“Hubiera sido bueno que se enterrara en San Andrés porque él era parte de San Andrés”, agregaron.
A través de redes sociales han circulado fotografías de este personaje, e incluso ha surgido la propuesta de crear una estatua en su memoria. O textos inspirados en su peculiar modo de vivir, cómo el que escribió el usuario identificado como Leonel Pérez Carmona.
“Luis camina todos los días casi todo el día. Sus pies incansables han recorrido las banquetas del pueblo más veces que la de cualquier habitante normal (…) Es parte ya de las calles, tanto como los negocios que llevan décadas en este lugar, como el río o algo que te acostumbras a ver a diario durante años. Con riesgo a equivocarme, posiblemente sea una de las personas más conocidas en todo el pueblo”.
SPM